3 de julio de 2006

Una amiga mía solía decir "yo me meto en cada jardín..."
La cosa es así: nada de lo que verán a continuación es obra mía. Tampoco es plagio porque me cuido de citar oportunamente las fuentes... pero cuánto me habría gustado ser el autor de al menos una línea de las maravillas que a continuación se exponen.
Me queda -eso sí- el consuelo (ya escucho las voces de la turba socarrona "mal de muchos consuelo de tontos" o el vulgar "coma mierda, millones de moscas no pueden estar equivocadas") de saber que muchas veces me encuentro sintiendo y pensando lo mismo que estas personalidades, con la obvia diferencia que a ellos les salió decirlo y yo me quedé con la desvanecida sombra de la sombra de una niebla, algo que tuve el descaro de llamar "idea".
Vale entonces lo que sigue para exponer mi sensación: el libre albedrío es una mentira, cuanto mucho, piadosa. No hacemos lo que queremos, hacemos lo que podemos y si no pudimos no importará, hay más tiempo que vida.


"Una bola de billar que empuja a otra bola, un lebrel, que persigue voluntaria y necesariamente a un venado, ese venado que franquea un dilatado foso con igual voluntad y necesidad, no obran de un modo más predestinado que yo, en cada uno de mis actos."

Voltaire: Le Principe D'Action, cap. 13


"Había una vez un imán y en el vecindario vivían unas limaduras de acero. Un día, a dos limaduras se les ocurrió bruscamente visitar al imán y empezaron a hablar de lo agradable que sería esta visita. Otras limaduras cercanas sorprendieron la conversación y las embargó el mismo deseo. Se agregaron otras y al fin todas las limaduras empezaron a discutir el asunto y gradualmente el vago deseo se transformó en impulso. Por qué no ir hoy?, dijeron algunas, pero otras opinaron que sería mejor esperar hasta el día siguiente. Mientras tanto, sin advertirlo, habían ido acercándose al imán, que estaba muy tranquilo, como si no se diera cuenta de nada. Así prosiguieron discutiendo, siempre acercándose al imán, y cuanto más hablaban, más fuerte era el impulso, hasta que las más impacientes declararon que irían ese mismo día, hicieran lo que hicieran las otras. Se oyó decir a algunas que su deber era visitar al imán y que hacía ya tiempo que le debían esa visita. Mientras hablaban, seguían inconscientemente acercándose.
Al fin, prevalecieron las impacientes, y en un impulso irresistible la comunidad entera gritó:
-Inútil esperar. Iremos hoy. Iremos ahora. Iremos en el acto.
La masa unánime se precipitó y quedó pegada al imán por todos lados. El imán sonrió, porque las limaduras de acero estaban convencidas de que su visita era voluntaria."


The Life of Oscar Wilde (1946), cap. 13, de Hesketh Pearson


"Si la piedra que cae fuera consciente, se creería libre y estaría segura de que se mueve porque así lo quiere su voluntad. Así acontece con el libre albedrío, que todos nos jactamos de poseer, y que se reduce al mero hecho de que los hombres tienen conciencia de su voluntad, pero no de las causas que a ésta la mueven... Tal es mi parecer sobre la libre y forzada necesidad y sobre el imaginario albedrío."

Spinoza: Epístolas, LXII

3 comentarios:

Uninvited dijo...

Si, si... por eso insisto en que es la libertad que tenemos para elegir... algo que ya está preparado.

Anónimo dijo...

Igual, yo volvería a escribir esa de que hacemos lo que podemos...
No creo que sean incompatibles.

Anónimo dijo...

Considero la premisa muy interesante y hasta de cierto modo convincente. Sin embargo, he aquí la falla: si se considera al hombre (o al Yo) como un Ser Inteligente y Libre, el esquema se cae. El hombre es Inteligente, por lo que puede conocer el Bien, y es Libre, por lo que puede optar por ese Bien (elegirlo y no hacer el Mal).

Analicemos el siguiente planteo: "Es mi voluntad salir de la habitación por la puerta, pero ésta está cerrada, por lo tanto, no puedo cumplir mi voluntad y debo salir por la ventana, no hay libertad en mi acción". ¿Qué se puede decir al respecto?

En un principio, mi propia voluntad se ve condicionada por otra voluntad externa (la puerta está cerrada). No obstante, el hecho de que no pueda pasar por la puerta no me impide actuar con libertad ni condiciona mi voluntad: yo puedo ELEGIR salir por la ventana o bien quedarme en la habitación, o sencillamente tirar la puerta abajo (aunque en mi caso no sería tan sencillo). ¿Hay libertad entonces en mis acciones? ¿Tiene el hombre voluntad propia? Pues sí, porque el hombre es Inteligente y es Libre.

El "imán" sería una causa última, algo desconocido, Dios, un Ser Perfecto, o como quiera llamarse.

Es mi humilde comentario adolescente. Saludos.