18 de diciembre de 2007

Cambios

Ella se levantó esa mañana con un intenso dolor de cabeza. La claridad del día recién nacido estallaba en sus sienes y el tránsito, once pisos más abajo, reverberaba intenso en sus oídos saturados. Una vez más, frente al desayunador y apartándose un mechón de pelo de la mejilla, un flash casi imperceptible pero lacerante de aquella mañana que estuvo a punto de dejarse llevar, de decir el basta definitivo. Se acercó cansadamente a la ventana y entrecerró un poco más la cortina americana. Otro flash y esta vez el dolor en su mano derecha, las lágrimas que le quemaban la cara y el pasillo lleno de valijas.
El calor de su último verano comenzaba a ser insoportable. Se vistió apenas con el top de la bikini y una bermuda de algodón, aunque adoraba caminar desnuda y descalza sobre el parquet. Pero ese era un día de cambios y esto también iba a ser un cambio. Mientras se ataba el cordón del top, otro flash… sus viejos complejos, su timidez extrema, su fragilidad. Se dejó caer lentamente, apoyada sobre la pared de la habitación. No sabía por donde empezar. Un escalofrío le recorrió la espalda, la suave espalda y con un leve sacudón de la cabeza, apartó un par de oscuros recuerdos al ver la cama de algarrobo. Se levantó y fue hasta la mesa del comedor. Comenzó a redactar los avisos de venta de (casi) todas sus cosas. Despojarse era la consigna. En unos días más ya no iría a trabajar. En unos días más la bisagra completaría su recorrido. Revolvió un par de estantes buscando más cosas para vender, otras para regalar. Encontró cassettes que creía perdidos, libretas con anotaciones, bitácoras de un pasado muerto hace tiempo; una remera negra de aquellos años remotos, un llavero y unas fotos. Miró su equipo de fotografía y una lágrima precoz recorrió su mejilla y se consumió antes de llegar a los labios. También era hora del adiós a uno de sus hobbies más preciados.
Tomó la cámara en sus manos. Lentamente, y entre sollozos en silencio, ajustó los controles y corrió la película, la dejó lista para disparar. Giró y enfrentó al espejo.
Como un adiós a ella misma, la otra. Como un retrato de lo que fue y ya no será otra vez. Como para sellar un antes y un después.
Enfocó.
Intentó contener la respiración, como cuando era niña y jugaba con su hermano en la pileta de natación a ver quién aguantaba más bajo el agua. Pero esta vez era distinto, no aguantó.
Y con el espasmo del último sollozo, disparó.