Where have you been?
It´s allright, we know were you´ve been...
Miles y miles de personas iluminadas por potentes reflectores que al final parecían pálidas candelas en semejante vastedad. Todas las cabezas orientadas a ese minúsculo espacio oscuro donde de a poco comenzaban a asomar tímidas luces de colores, spots individuales que lanzaban tenues conos lumímicos.
El primero que vi, alto, delgado, joven pero con la larga cabellera blanca, lucía una increíble sonrisa, miraba sin ver hacia abajo, hacia sus dedos que comenzaban a recorrer las gruesas cuerdas del bajo. Me costó reconocerlo. La imagen cambió luego hacia otro hombre, sentado tras una pedal-steel-guitar, deslizando suavemente el anillo de metal sobre las cuerdas. También lucía unas escasas canas sobre un rostro blanco y difícil. Un poco más atrás, tras los tambores, otro viejo (cariñosamente) no parecía esforzarse en golpear los parches y platos, lo hacía con gusto y cariño, como si jugara con sus nietos. Algo más a la derecha del escenario, otro canoso y contundente hombre presionaba las teclas aquí y allá de un sencillo sintetizador electrónico. Luego de la introducción, el que estaba con la steel guitar se levantó, se colgó una Fender, se acercó al micrófono y comenzó a cantar. El milagro acababa de producirse. Aún en este momento, cuando ya pasaron varias horas del hecho, todavía puedo sentir el escalofrío recorriéndome la espalda. En esos momentos mis ojos empañados de emoción vieron los de mi mujer en idéntica contemplación arrobada, luego de largar todo lo que estábamos haciendo. Ella se secó las manos, o no... y se sentó en el piso. Yo con Luciano a upa apagué las luces y bailé con él como para que se entretenga y deje de hablar. Como podía, como me salía, con la voz entrecortada, le cantaba despacio a Luciano cerca del oído intentando que en algún lugar de su subconsciente, este momento le quedara para siempre. Cada tanto le decía que mire la pantalla, que tal vez sea algo que nunca se va a volver a repetir. No creo que haya entendido... él quería a toda costa el chupete y yo no lo podía escuchar.
Muchos de ustedes sabrán a quienes me refiero, quienes son esos hombres ya pesados, canosos y con cara de estar de vuelta de mil cosas. Fue un momento mágico y tal vez si hubiéramos estado en persona en el lugar habríamos llorado y reído a la vez de emoción. Pasaron cuántos..? 22..? 24 años? No importa. Volvieron y nos dejaron ese nudo en la garganta una vez más.