Viste que hay gente que suele usar por lo general ciertas frases que definen su posición ante las cosas? Hay algunos que dicen "yo siento que tal y tal...", y son los clasificados como fundamentalmente viscerales; otros dicen "esto me suena a tal cosa..." y son predominantemente auditivos; y estamos los que decimos "por lo que veo, esto es..." y preferentemente somos visuales. De este tipo de autoencasillamientos en que nos mete nuestra forma de expresarnos se vale la sicología para definir ciertos rasgos de nuestras personalidades.
V. L., mi sicóloga, me picó el boleto al toque -al cabo, es su profesión, bueno hubiera estado que no lo hiciera- y luego de rebotar dos o tres veces con preguntas tales como "como te sentís en ese (o este) momento?", "qué sensación/es descubrís en el cuerpo... dónde?" a lo que yo casi invariablemente respondía con un lacónico y desorientado "que sssse yo..." o "no ssssse... a ver..." (a VER) y revoleaba los ojos como buscando algo, ALGO que me permitiera comparar lo que veía con lo que sentía o con lo que dicha situación me provocaba. Entendés? Una persona digamos visceral, habría cerrado los ojos y buscado las sensaciones inmediatas y en el lugar preciso: yo los paseaba por la habitación tratando de ver, de encontrar algo...
Su estrategia comenzó entonces a orientarse por ese lado (eso y decir que me corrió para donde disparaba vendría a ser casi lo mismo, no?) y sus preguntas tornaron en "qué imagen tenés de tal cosa?" o "si lo tuvieras que comparar con una foto o un paisaje..?" Hábil. Por mí conocida, doy fe.
Por ejemplo, cierta vez que traté de explicarle lo que me ocurría frente al síndrome de la pantalla en blanco (decir "la hoja en blanco" es por lo menos un arcaísmo), le conté que al querer escribir sobre algo, cuando me determinaba a hacerlo y me sentaba frente a la pc, inmediatamente veía en mi cabeza a un tipo (yo) en el borde de un acantilado. Viento, frío, aire salado. A sus (mis) pies: la turba y la roca. Más abajo, las salientes, de nuevo las piedras, el agua, la espuma, el fragor. Más allá, las profundas olas que nacían y que por lo general morían con cierta mansedumbre comparada con el ímpetu original. Por último, en la perspectiva, un furioso atardecer rojo-naranja, ya superada cierta tormenta; los últimos rayos abriéndose paso triunfales por entre los jirones de negras nubes... Pese a lo dramático de la lucha bajo mis pies, allá en el horizonte había una esperanza, una promesa de un nuevo sol y una tormenta derrotada.
Se incorporó como impulsada por un resorte, buscó (y encontró) una hoja en blanco, una caja con chiquicientos lápices de colores y me conminó a que lo dibujara. No pude lograr que el rojo del sol tuviera la intensidad del rojo de mis mejillas, mis dibujos son calamitosos cuanto menos.
No voy a comentar el diagnóstico que hizo del dibujo, ni la foto que tuvo de mi estado de ánimo, sencillamente porque se lo guardó bien guardado en forma de notas en su agenda que por el simple hecho de estar ésta al revés, de su lado del escritorio, y por ella tener letra de médico, no entendí un soto.
Otra vez, cuando hablábamos de mis miedos, mis parálisis miedosas, me volvió a pedir que se lo graficara, que le tirara una imagen que represente lo más fielmente posible lo que me producía a mí el hecho de pensar en un futuro desconocido (como son todos mis futuros). Inmediatamente tuve la imagen (y se lo dije) de una puerta abierta hacia un cuarto total y absolutamente negro. Para remarcar: la puerta era blanca y en líneas generales el cuarto desde el cual yo observaba la puerta abierta y el cuarto negro, estaba de normal a bien iluminado y de colores neutros si es que no era todo blanco también, al igual que la puerta. Eso era para mí el futuro: un lugar oscuro, desconocido, paralizante, plagado de vaya a saber qué temibles monstruos, pesares, soledades, sufrimientos, castigos, dolores, amarguras... en fin.
Y aquí es donde quiero rescatar que las cosas no pasan porque sí y que, como dijo un viejo loco por ahí, "Dios no juega a los dados". Encontré que la forma que tengo de aprender a valorar y a balancear lo que me pasa es así, escribiéndolo para poder más tarde o más temprano, acudir y, como quien busca en un archivo (un humilde registro akásico), darme con que "algo" había dirigido las acciones hacia esto que está pasando ahora.
Hace unos días, tuve oportunidad de entrar en un lugar (pero esta vez fue físicamente y por lo tanto no iba predispuesto a buscar y analizar las imágenes que me propondría mi sicóloga) completamente oscuro y desconocido (porque convengamos que es muy distinto entrar a un lugar oscuro pero conocido, los movimientos se dan con o sin luz de manera casi automática). Sencillamente no me paralicé, no me dio miedo, no sentí angustia, sudor frío, pánico. Sabés qué hice? Simplemente me quedé un momento quieto esperando que mis ojos se acostumbren a la penumbra. De a poco, en instantes nomás, algunas siluetas comenzaron a delinearse, pálidos reflejos fueron resultando en formas concretas, lo que eran destellos fueron volúmenes, espectros de luz, segundos después, fueron brillos de cuerpos por caso metálicos, o plasticos; divisé la forma de una ventana, una puerta tal vez, finalmente la llave de la luz. Estiré mi brazo, toqué la tecla y allí estaba todo. La habitación y sus objetos parecían sonreír bienviniéndome. Hice lo que hacemos siempre, lo que hace todo el mundo!
Quiero llevar este hecho y pegarlo en el espacio oscuro que deja en mi mente la puerta abierta al futuro.
Anoche, mientras andaba por mis habitaciones iluminadas, (algo sucias, descuidadas, desganadas, ninguneadas) noté que alguien vino y sin siquiera darse cuenta del terrible acto de subversión que había cometido en mis corredores, abrió ESA puerta.
Allí estaba. La habitación negra. Allí llegué. Al lugar que tanto esquivé de manera cada vez más consciente, al lugar que junaba de reojo en mis vuelteros paseos por pasillos y entrecuartos. Hasta allí llegó este pibe, desconociendo por completo mis fantasmas y mis pesadillas y prácticamente me arrojó dentro. Fiel a mi instinto de conservación del movimiento (inercia, para los ingenieros), me quedé aferrado con uñas y dientes al marco y no hubo (habrá?) poder de Dios que de allí me mueva.
"Quiero llevar ese hecho y pegarlo en el espacio oscuro que deja en mi mente la puerta abierta al futuro".