Hace muchos años
leí una consigna y la copié en uno de esos cuadernos que me acompañaron los
años de la adolescencia. ¿Qué harías si tuvieras la certeza de que no vas a
fracasar?
En ese momento creí que con tal advertencia, iba a saber aprovechar cada minuto
del día buscando eso que quería hacer, que quería ser, que quería decir. Porque
no hay nada más fácil que emprender algo sabiendo que va a salir bien.
La corriente de los días, el viento de los años, la cuesta arriba de las
desilusiones, el peso de los miedos y eventualmente el desgaste y posterior
destrucción del cuaderno, hicieron que la consigna quedase olvidada en un
pasado que casi siempre me cuesta creer que existió. Un pasado cuyo color,
aroma y temperatura me atropella cada vez que veo un clip de alguna de esas
canciones que veíamos en la cocina o escuchábamos en el programa del colorado o
bailábamos en Class. Y se siente tan pero tan lejano que a veces dudo haberlo
vivido y me pregunto si no habrá sido un sueño, un maravilloso sueño.
Si hubiera tenido la certeza de que no iba a fracasar habría vendido mis escasas posesiones, habría regalado mis vastos miedos, habría arrojado al aire mis tormentosos recuerdos, habría despedido a “toda esta familia” por un minuto con vos y habría configurado las arenas de los relojes para que ese minuto fuera una eternidad. Habría hecho un bollo con todos los bocetos a cuarto o medio escribir y formado una montaña de papel tan alta como esa cordillera que te atardece cada día desde hace unos años. Habría quemado todas las naves –de plástico, de cartón, de piedra, de ectoplasma, de maderitas-, habría trazado las coordenadas y estudiado meticulosamente el clima, los vientos y los senderos, le habría dicho hasta pronto a mis deudas y conclusiones pendientes.
Si hubiera tenido la certeza de que no iba a fracasar te habría ido a buscar con la firme intención de dejar los rodeos de lado y
decirte que todavía no encontré cómo rellenar, aunque sea mínimamente, este vacío que siento desde hace casi veinte años, por más que muchas veces me pareció creer que sí lo
había logrado.
Si hubiera tenido la certeza de que no iba a fracasar me habría quedado esa
tarde en tu casa, bajo la rala arboleda de ese otoño triste y descolorido como
los años que habían pasado sin tus colores, sin mis ocurrencias, sin tus
suspiros, sin mis palabras.
Seguramente me habría demorado en tus brazos unos segundos más, habría buceado
en tu mirada unos instantes más, habría rodeado tu cintura unos siglos más,
habría besado tu boca por toda esa eternidad que nos prometimos y que jamás
supimos cumplir... porque no sabíamos si íbamos a fracasar.
♫