Los dos están aún tibios, ella tal vez un poco más que él. Él quizás haya soltado su último aliento ya sin conciencia. Ella lanzó una bocanada de humo tenue, tosió levemente y quedó recostada. La luz de una noche espesa y húmeda daba en sus ojos y hacía brillar sus cuerpos.
En un galpón de las afueras, empapelado con afiches y revuelto de botellas y guitarras, una cuerda se cortó con un chasquido seco y una pizca de polvo flotó unos instantes en el ambiente oscuro.
Muy pronto el lugar se llenó de luces brillantes, ambar, rojas, azules. Hubo ruido, confusión, llantos, estupor... Él lo vio todo desde el cielo, entre la niebla; ella contemplaba la escena desde su lecho de asfalto. Alguien los levantó. A él se lo llevaron en camilla y lo cubrieron con una sábana; a ella la movieron a un costado y la cargaron en un trailer.
Diciembre de 1980, yo volvía del colegio y encontré a mi vieja con los ojos enrojecidos, no sabía si por llanto o por la alergia que oportunamente aparecía con cada cambio estacional. Luego lo supe: Lennon había muerto y toda una generación lo lloraba. Yo apenas conocía sus canciones pero no conocía su vida ni la forma en que su vida influyó en la de tanta gente, incluída mi vieja.
Hoy en la radio solo se oye "Y dale Pappo, dale, dale Pappo..." Se que no voy a llorar, pero siento una tristeza enorme y me pregunto si estamos preparados para ir quedándonos solos. Qué vamos a hacer? Cómo vamos a reaccionar cuando nos enteremos que de un momento a otro (como suceden estas cosas) nos quedemos huérfanos de García, de Luis, de Lebón, de León, de Diego..?
No soy del palo de Pappo al punto de tener sus discos, pero era una cosa oír su guitarra y emocionarse hasta las lágrimas, era ver su entrega en un escenario y sentir la piel de gallina.
Hoy la vida me tiene tras un mostrador como a tantos otros los tiene en una oficina, tras el volante de un transporte, en un laboratorio, en un estudio de arquitectura o entregando pizzas a domicilio y nos preguntamos qué hemos hecho con nuestras vidas. Pero en ese fondo que siempre nos queda sueño cion una Harley, viajar al sur, recorrer las rutas argentinas en ese éxodo de la ciudad que tanto deseábamos, escuchar blues y rock and roll (ya que no me da el cuero para tocarlo) y que mi hijo - que también se llama Luciano- pueda ser feliz, se sienta libre y llegue a emocionarse con esas cosas simples pero enormes que muy de vez en cuando la vida nos regala: un solo de guitarra, un fogón, un atardecer de fuego, un lago helado...
En fin... gracias Pappo por la música, por el desparpajo, por la pasión y por la entrega!
Con el tiempo las otras cuerdas se fueron cortando. Ella no quiso volver a arrancar nunca más y quedó en el galpón de las afueras tapada con una lona. Cada 25 de Febrero cae una gota de aceite y al tocar el piso suena como una cuerda que se corta. Hay quien dice que si pudiéramos reproducir cada sonido de las gotas de aceite en una secuencia de semifusas, lograríamos un riff inquietante... revelador.