Tratado de música y afines - Ives Castagnino
Capítulo I - Nociones preliminares
Es necesario evitar que el arte caiga en manos de los canallas. No hay peor desgracia para la humanidad que un artista perverso. Yo he conocido a algunos de ellos. Poseen la técnica y los secretos de la música. Son diestros pero la maldad contamina toda su obra. Observe el alumno lo que voy a señalarle: la obra no puede ser mejor que el artista. Nuestros valsecitos se nos parecen. Una milonga tocada por un canalla es siempre canallesca, por más acordes que tuviere.
Capítulo CXVI - Inexistencia del melómano
Casi todas las personas garantizan, al ser interrogadas, su gusto por la música. Resulta muy difícil, por no decir imposible, dar con alguien que aborrezca cualquier expresión musical. Sin embargo, me atrevo a asegurar al alumno que la humanidad miente. La música no le gusta a casi nadie. Lo que en verdad gusta es aquello de lo que suele venir acompañada, las atracciones anexas de las que se vale para cautivar a las muchedumbres.
Estamos hablando de las luces que iluminan a los cantantes, de los trajes que éstos usan, de su apariencia seductora. Estamos hablando del efecto hipnótico del baile y de cualquier repetición de movimientos. Estamos hablando de las letras de las canciones, de la doctrina que suele acompañar a los géneros, de su simbolismo político. Estamos hablando de las mujeres que es posible conocer en los conciertos, de la fama que consiguen los que cantan, de los escándalos que protagonizan, del deseo que surge en nosotros de irnos a la cama con una estrella. Pues bien, son estas cosas y no la música lo que la gente ama.
Los maestros suelen enseñarnos a disfrutar de las grandes obras explicando el significado de ciertos efectos musicales. Esas notas graves en mitad de la Polonesa son en verdad los soldados rusos. En la obertura 1812, algunos críticos ven un parte de guerra de la batalla de Borodino. El tango El amanecer está lleno de violines que imitan a los pajaritos. Tengo malas noticias: la música no consiste en relatos ruidosos. La música no alude a nada. Puede existir aún sin el Universo, no necesita nombrarlo ni dibujarlo. Puede existir sin espacio (quién puede señalar el costado izquierdo de un vals?). En realidad solo necesita tiempo.
Adivino que el alumno lector ya se habrá puesto a la defensiva y pretenderá ocupar un lugar entre los escasísimos melómanos que existen. No mienta, alumno! A usted tampoco le importa la música. Me imagino que el despecho habrá de despertar en el discípulo el deseo de acusar al autor de estas líneas de pertenecer él también a la oceánica legión de indiferentes. Pues es verdad, no me importa la música.
Es necesario evitar que el arte caiga en manos de los canallas. No hay peor desgracia para la humanidad que un artista perverso. Yo he conocido a algunos de ellos. Poseen la técnica y los secretos de la música. Son diestros pero la maldad contamina toda su obra. Observe el alumno lo que voy a señalarle: la obra no puede ser mejor que el artista. Nuestros valsecitos se nos parecen. Una milonga tocada por un canalla es siempre canallesca, por más acordes que tuviere.
Capítulo CXVI - Inexistencia del melómano
Casi todas las personas garantizan, al ser interrogadas, su gusto por la música. Resulta muy difícil, por no decir imposible, dar con alguien que aborrezca cualquier expresión musical. Sin embargo, me atrevo a asegurar al alumno que la humanidad miente. La música no le gusta a casi nadie. Lo que en verdad gusta es aquello de lo que suele venir acompañada, las atracciones anexas de las que se vale para cautivar a las muchedumbres.
Estamos hablando de las luces que iluminan a los cantantes, de los trajes que éstos usan, de su apariencia seductora. Estamos hablando del efecto hipnótico del baile y de cualquier repetición de movimientos. Estamos hablando de las letras de las canciones, de la doctrina que suele acompañar a los géneros, de su simbolismo político. Estamos hablando de las mujeres que es posible conocer en los conciertos, de la fama que consiguen los que cantan, de los escándalos que protagonizan, del deseo que surge en nosotros de irnos a la cama con una estrella. Pues bien, son estas cosas y no la música lo que la gente ama.
Los maestros suelen enseñarnos a disfrutar de las grandes obras explicando el significado de ciertos efectos musicales. Esas notas graves en mitad de la Polonesa son en verdad los soldados rusos. En la obertura 1812, algunos críticos ven un parte de guerra de la batalla de Borodino. El tango El amanecer está lleno de violines que imitan a los pajaritos. Tengo malas noticias: la música no consiste en relatos ruidosos. La música no alude a nada. Puede existir aún sin el Universo, no necesita nombrarlo ni dibujarlo. Puede existir sin espacio (quién puede señalar el costado izquierdo de un vals?). En realidad solo necesita tiempo.
Adivino que el alumno lector ya se habrá puesto a la defensiva y pretenderá ocupar un lugar entre los escasísimos melómanos que existen. No mienta, alumno! A usted tampoco le importa la música. Me imagino que el despecho habrá de despertar en el discípulo el deseo de acusar al autor de estas líneas de pertenecer él también a la oceánica legión de indiferentes. Pues es verdad, no me importa la música.
3 comentarios:
Es buenísimo este texto de Dolina, y creo que es cierto, a nadie o pocos les gusta la música en sí.
Pero tengo un par de objeciones. En primer lugar, Ud. parece querer hacernos pasar por ignorantes. O aclara de quién es la autoría de los textos que publica, o lo suyo es lisa y llanamente plagio.
En segundo lugar, ¿qué pasó? ¿Por qué no publica un texto propio? Con el enorme goce que me provocan los textos de Alejandro Dolina, sostengo, sin embargo, que Ud. tiene lo suyo. Ha escrito cosas memorables y le queda muchísimo más aún por escribir. Basta de vagancia!!!! A escribir!!!!! Y si no tiene nada para escribir, no actualice... (o aclare quién escribe).
Sin más saludo a Ud. atte.,
Yo
PS: Nótese el tono informal con el que comienzo esta misiva, y como paulatinamente va aumentando su formalidad. Desconozco las razones para que esto sea así.
Sor Mery: ruégole póngase las gafas. En su defecto, aprenda a leer los blogs por los que impunemente pulula. Si no queda otra salida bánquese las consecuencias. El título también se lee. Y en el título encontrará quien es el autor de semejantes líneas... ignorante!! ***
PD: nótese el tonp despectivo con el que comienzo esta misiva y como paulatinamente va aumentando su agresividad. Conozco las razones para que esto sea así. ***
Bravoo!!! Bravoo!!!
CALLATE TARADO!
ehm.... bueno, me convenciste...
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