De otros mundos (Parte III)
La vida aquí se concentra desde una línea imaginaria similar a nuestros trópicos de Cancer y Capricornio, hacia arriba y hacia abajo respectivamente. La franja central o “ecuatorial” es demasiado tórrida para estos seres mientras que los polos no son tan terribles como los nuestros aún siquiera para nosotros que soportamos más el calor que el frío en comparación con los locales.
El cielo es color verde agua los días diáfanos, verde los días intensos y de un esmeralda profundísimo cuando cae el sol en lo que sería nuestro este. Pero la luz es blanca como la nuestra, el sol es similar al nuestro, del mismo tamaño casi y a una distancia cercana a la nuestra, nosotros estamos un poco más lejos, no me pregunten cuánto, lo sabía pero lo olvidé, sólo se que en términos de nuestras unidades astronómicas, si nuestra distancia al sol es 1, la de Venus 0.72, la de acá es 0.89.
Este planeta gira al revés que el nuestro y el grado de inclinación del eje con respecto al plano de la órbita es de apenas 3º pero con una precesión el doble que la nuestra, lo que hace que en casi diez mil años la oscilación del eje varíe en +- 4º. Pero esto tampoco es importante, la vida aquí tiene un promedio de 50 años nuestros, o sea que una supuesta glaciación o recalentamiento en diez mil años preocupa a casi nadie.
Cada 16 días de los nuestros, más o menos, el cielo tiene tres lunas por espacio de unas 6 horas. El resto de los días y noches siempre tienen una (la más grande); a veces dos. Las noches en que las lunas son tres, el cielo se ve casi como un crepúsculo verde, las mareas son enormes y nuestro humor realmente se ve cambiado, cosa que antes no teníamos en cuenta. En cambio aquí se vive como algo totalmente rutinario. No digo que no aprecien semejante belleza pero como que es algo tan natural que ya no sorprende a nadie. Excepto, claro, nosotros, que si dejamos “alguien” allá en la Tierra, parecemos añorarlo por tres, e imaginamos su cabello brillando en dorado con tres focos diferentes.
Otra particularidad: el mar no es salado pero sí ligeramente ácido, hecho que no nos impide bañarnos casi todos los días en él y jugar con... delfines! Sí. Acá hay delfines como en nuestros océanos. Increíble. Pero saben qué es lo más increíble? Los primeros en hacer contacto en el modo sentimiento-pensamiento con los seres de tierra firme fueron los delfines y gracias a ellos, esta gente perfeccionó este modo de comunicación hasta hacerlo casi universal.