12 de diciembre de 2024

Loonies

Mirta se llama la que llegó primero. Claro que lo supe tiempo después, porque en los primeros tiempos no nos comunicábamos. Incluso antes de saber su nombre, digamos una semana después de llegar al parque, se fue una tarde y regresó esa misma noche con un amigo unos diez o quince años mayor que ella, aunque se sabe que las edades, esas a las que nos acostumbramos los que solíamos reconocernos como “normales”, no cuentan en sus rostros y cuerpos sin tiempo. Lo mismo que los nombres. Pero fue la primera y ¿cómo no saber aunque sea el nombre? Aunque no sea lo más relevante. Mirta es la que duerme en la casita número 16, allá, ¿la ves? la que tiene jazmines en la ventana. Dice que los jazmines son la sincronicidad de la Vía Láctea, así como el roce del terciopelo es la sincronicidad del crepúsculo de Noviembre. Mirta dice que venimos de las Pléyades y que nuestros abuelos no hicieron las pirámides ni hundieron la Atlántida. Dice que nuestros abuelos nos sacaron del agua de los mares y nos moldearon por eones los genes, hasta cambiar nuestros cuerpos y convertirnos en aéreos. Entonces ella honra la memoria de nuestros abuelos, y por las noches sale a volar e invita a quienes quieran acompañarla. Visita los caseríos donde abundan los chicos, porque creen y no temen. Los arropa mientras duermen, espanta los malos sueños, con suspiros benditos exorciza los demonios que moran en los placares y bajo las camas. A los insomnes (que no es un mal exclusivo de los mayores) les cuenta historias de amores de siglos y siglos, que continúan vida tras vida; a los más incrédulos los convence con trucos mágicos, les regala ramas de chocolate aparecidas de la nada, tras sus orejas. Una noche estuvo en esta misma habitación. Fue justo cuando estaba soñando que te encontraba a la vuelta de la esquina, en la gran ciudad, esa noche que te quise sorprender hablando por el portero eléctrico ¿te acordás? Entonces no tenías rostro y ella te dio uno. Después me aclaró que hizo todo lo posible, pero que ni su imaginación ni su magia podían igualar tu belleza. Sembró todo el brillo de los lunáticos en tus ojos; humedeció tus palmas y tus labios para que fluyeran las caricias y las palabras; puso sus dedos entre las agujas del reloj e hizo que la noche corriera leeeeennnnta, como los sueños del amanecer. Esa mañana desperté feliz como hacía siglos no me sentía. Sobre mi mesa de luz había dejado un papelito donde me invitaba a desayunar en la casita 16. Entre café humeante y jazmines me pidió que recordara el sueño y que lo escribiera para no olvidarlo. “Ahora salí a buscarla” me dijo, y guardó el papel en el bolsillo de mi pijama.








9 de septiembre de 2024

20 años...

All along this path I tread,
my heart betrays my weary head,
with nothing but my love to save,
from the cradle to the grave ....











29 de agosto de 2024

Reducción

Si todo se reduce a que no duermo bien.
Si todo se reduce a que soy cobarde.
Si todo se reduce a que no encuentro las palabras.
Si todo se reduce a que vivo frustrado.
Si todo se reduce a que soy pura expectativa.
Si todo se reduce a que no tolero a nada ni a nadie.
Si todo se reduce a que apenas puedo con el día a día.

De reducido no tengo nada y toda esa enorme bola de nieve que soy termina envolviendo una bomba de tiempo. Como dice Silvina: un tic tac que está por estallar.



                                                                                        ♫ 

15 de agosto de 2024

Reformado, por supuesto...


No eres tú.

Es el destornillado cotidiano azar,
la puerta del delirio, la fangosa realidad,
los dioses apagados, la fantasía incapaz,
Stalin, Maduro, el Papa, Donald Trump y Alá.
No eres tú, mi amor...
No eres tú,
son estos días de mierda que también se irán,
son Luis y Jorge Luis que no pueden regresar,
sudacas explotados en Iberia;
soy yo, que no me curo de quererte más,
es por los pasaportes y la enemistad.
No es por ti, mi amor...

los choros, la inflación, la solución impar,


No eres tú,
es casi democracia para descreer
es la canción de moda y la crisis de fe,
es la sabiduría de desaprender.
Es como cuando faltas, cuando faltas tú.
No eres tú, mi amor...

No eres tú,
no eres lo que esta noche me costó inventar,
es falta de marcianos, es por mi aterrizar;
es que me falta cuento en esta capital:
se amarga hasta el romance y la anarquía crece más;
es cuerda que se oxida en esta vena de pensar,
es musa mal parida, es que no sé ni qué cantar,
No eres tú, mi amor...
No eres tú...
¡Son los demás!





                                                                                             ♫

6 de agosto de 2024

Qué harías..?



Hace muchos años leí una consigna y la copié en uno de esos cuadernos que me acompañaron los años de la adolescencia. ¿Qué harías si tuvieras la certeza de que no vas a fracasar?
En ese momento creí que con tal advertencia, iba a saber aprovechar cada minuto del día buscando eso que quería hacer, que quería ser, que quería decir. Porque no hay nada más fácil que emprender algo sabiendo que va a salir bien.
La corriente de los días, el viento de los años, la cuesta arriba de las desilusiones, el peso de los miedos y eventualmente el desgaste y posterior destrucción del cuaderno, hicieron que la consigna quedase olvidada en un pasado que casi siempre me cuesta creer que existió. Un pasado cuyo color, aroma y temperatura me atropella cada vez que veo un clip de alguna de esas canciones que veíamos en la cocina o escuchábamos en el programa del colorado o bailábamos en Class. Y se siente tan pero tan lejano que a veces dudo haberlo vivido y me pregunto si no habrá sido un sueño, un maravilloso sueño.

Si hubiera tenido la certeza de que no iba a fracasar habría vendido mis escasas posesiones, habría regalado mis vastos miedos, habría arrojado al aire mis tormentosos recuerdos, habría despedido a “toda esta familia” por un minuto con vos y habría configurado las arenas de los relojes para que ese minuto fuera una eternidad. Habría hecho un bollo con todos los bocetos a cuarto o medio escribir y formado una montaña de papel tan alta como esa cordillera que te atardece cada día desde hace unos años. Habría quemado todas las naves –de plástico, de cartón, de piedra, de ectoplasma, de maderitas-, habría trazado las coordenadas y estudiado meticulosamente el clima, los vientos y los senderos, le habría dicho hasta pronto a mis deudas y conclusiones pendientes.

Si hubiera tenido la certeza de que no iba a fracasar te habría ido a buscar con la firme intención de dejar los rodeos de lado y decirte que  todavía no encontré cómo rellenar, aunque sea mínimamente, este vacío que siento desde hace casi veinte años, por más  que muchas veces me pareció creer que sí lo había logrado. 

Si hubiera tenido la certeza de que no iba a fracasar me habría quedado esa tarde en tu casa, bajo la rala arboleda de ese otoño triste y descolorido como los años que habían pasado sin tus colores, sin mis ocurrencias, sin tus suspiros, sin mis palabras. 
Seguramente me habría demorado en tus brazos unos segundos más, habría buceado en tu mirada unos instantes más, habría rodeado tu cintura unos siglos más, habría besado tu boca por toda esa eternidad que nos prometimos y que jamás supimos cumplir... porque no sabíamos si íbamos a fracasar.




                                                                             ♫

29 de julio de 2024

Antes de...

 

Antes de abrir una carta asegurate de tener mucha luz.
Antes de escribir una carta, asegurate de ser vos quien guíe tus dedos.
Antes de doblar esa esquina asegurate de haber cerrado bien con llave.
Antes de esperar en el umbral, asegurate de tener una botella con agua.
Antes de dar el beso de las buenas noches, asegurate de tener los pies calientes.
Antes de llegar a la cita, asegurate de saber su nombre, su color favorito y un secreto.
Antes de llamar a la puerta asegurate de preguntar con claridad.
Antes de cerrar la ventana asegurate de que el invierno se haya quedado afuera.
Antes de poner la pelota, asegurate de que no te manden al arco.
Antes de revolver fotos viejas asegurate de tener pañuelos.
Antes de deshacerte de un recuerdo asegurate de ser otra persona.
Antes de patear la mesa, asegurate de tener un plan.



                                                             ♫

22 de julio de 2024

Empecé, sigo, dejé...

Seguramente no son novedades. Sabemos que estas cosas siempre se saben, de una u otra manera. Pero tampoco es cuestión de quedarse con las ganas de decirlas.

Seguramente tampoco te sorprenda el contenido: al final siempre somos así de predecibles.
Pero te quería contar...
Empecé a comer menos dulces y hasta desayuno con huevo revuelto. Empecé a caminar de otra forma, aunque por fuera sólo se note que voy más despacio. Empecé a tomarme las cosas con más calma, aunque por ahí me dan ganas de ver arder el mundo. Empecé a incorporar el concepto  de que las cosas pueden esperar, principalmente la tragedia. Empecé a darme cuenta que me voy quedando solo por mi sola obra y gracia, y que tengo que vivir con eso porque lo elegí. Empecé a disfrutar de un espectacular amanecer naranja con solo mirar unos centímetros más arriba del yuyal del puente. Empecé a saludar a la luna llena a las 3 de la mañana cuando la estación, la fecha, el clima y mi incontinencia urinaria coinciden y me llevan frente al ventiluz del baño.
Sigo haciendo cositas en madera, cuando puedo, como puedo. Sigo saliendo a pasear en moto, aunque sólo sean cuatro cuadras a comprar mandarinas. Sigo quedándome mudo a la hora de enfrentar al teclado y al instante en que la psicóloga me pregunta qué siento. Sigo esperando que una noche ella decida dormir sin ropa. Sigo creyendo en la magia de Rizzuto, para no complicarme más la vida. Sigo guardando cierta ropa con la –cada vez más escasa- esperanza de que algún día me vuelva a entrar. Y ya que estamos en el tema, sigo metiendo panza cada vez que noto que ella me puede llegar a mirar.
Dejé de esperar que cierta gente me entienda, dejé de esperar que les intereso. Dejé de creer que tengo que pagar las deudas de mis abuelos, jamás volví a creer que sabían lo que hacían. Dejé de esperar que algún día llegara el momento: ahora es el momento y por eso es esto que estás leyendo.  Dejé de sostener la mirada y pasé a entrar en sus ojos.  Dejé de guardar para siempre los tdk con las canciones que escuchábamos en el auto.
Empecé a contener el impulso de buscar su número.
Sigo con ese nudo en la garganta cuando me brota su nombre.
Dejé de esperar en el umbral que aparezca doblando la esquina.