Magia
El mago Rizzuto no conocía ningún truco. Su número era bien sencillo: golpeaba su galera con una varita azul y luego esperaba que apareciera una paloma.
Naturalmente, la total ausencia de dobles fondos, de mangas hospitalarias y de juegos de manos conducía siempre al mismo resultado desalentador. La paloma no aparecía.
Rizzuto solía presentarse en teatros humildes y en festivales de barrio, donde casi siempre lo echaban a patadas.
La verdad es que el hombre creía en la magia, en la verdadera magia. Y en cada actuación, en cada golpe de su varita azul estaba la fervorosa esperanza de un milagro. Él o se contentaba con las técnicas del engaño. Quería que su paloma apareciera redondamente.
Durante largo tiempo lo acompañaron la desilusión y los silbidos. Otro cualquiera hubiera abandonado la lucha. Pero Rizzuto confiaba.
Una noche se presentó en el club Fénix. Otros magos lo habían precedido. Cuando le llegó el turno dio su clásico golpe con la varita azul. Y desde el fondo de la galera salió una paloma, una paloma blanca que voló hacia la ventana y se perdió en la noche.
Apenas si lo aplaudieron.
Las muchedumbres prefieren un arte hecho de trampas aparatosas a los milagros puros.
Rizzuto no volvió a los escenarios. Tal vez siga haciendo aparecer palomas en forma particular.
Naturalmente, la total ausencia de dobles fondos, de mangas hospitalarias y de juegos de manos conducía siempre al mismo resultado desalentador. La paloma no aparecía.
Rizzuto solía presentarse en teatros humildes y en festivales de barrio, donde casi siempre lo echaban a patadas.
La verdad es que el hombre creía en la magia, en la verdadera magia. Y en cada actuación, en cada golpe de su varita azul estaba la fervorosa esperanza de un milagro. Él o se contentaba con las técnicas del engaño. Quería que su paloma apareciera redondamente.
Durante largo tiempo lo acompañaron la desilusión y los silbidos. Otro cualquiera hubiera abandonado la lucha. Pero Rizzuto confiaba.
Una noche se presentó en el club Fénix. Otros magos lo habían precedido. Cuando le llegó el turno dio su clásico golpe con la varita azul. Y desde el fondo de la galera salió una paloma, una paloma blanca que voló hacia la ventana y se perdió en la noche.
Apenas si lo aplaudieron.
Las muchedumbres prefieren un arte hecho de trampas aparatosas a los milagros puros.
Rizzuto no volvió a los escenarios. Tal vez siga haciendo aparecer palomas en forma particular.
Alejandro Dolina - El libro del fantasma
Para ustedes que creen en la magia Kalabadul!! sin varitas, me tomé el atrevimiento de afanarle este texto a Dolina. No están solas... ya lo sabían, no?
6 comentarios:
Ahora sí, MIL GRACIAS!!!!! y por supuesto, sé que no estamos solas. Somos muchos, muchos más. Gracias otra vez y espero que mi hija no tenga problemas de regalías y derechos de autor por su palabra Kalabadul!
y siempre tuve mis dudas.
Saludos!!!
Hola!
Pase a visitarte.
Ya te respondí en mi blog (tarde pero seguro) como hacer para saber quienes son los de las fotos!
Beso!
Tengo ese libro...llegue a Dolina gracias a unos comment en mi blog de alguien que hoy es un excelente amigo...y me encanto...primero lei Cronicas del Angel Gris y para mi cumple me regalaron el Libro del Fantasma.
Buenísimo Magui! cuando puedas andá a por "El bar del infierno" y ya podés decir que cumpliste por la patria =D
Beso vecina :)
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