Ejercicio para quererse
Cerrá los ojos, dijo ella, sentite cómodo, relajate. Te voy a decir unas cosas y tenés que escucharlas, incorporarlas, con serenidad, con paciencia, con amor hacia vos, y comenzó a hablar.
Cuando calló, luego de unos minutos, yo sentía mis ojos húmedos... más que húmedos, a punto de estallar. Mi mano izquierda resucitó un viejo y –creía- olvidado tic que mueve el pulgar. Por unos instantes me concentré en recuperar el ritmo de la respiración. Estaba feliz, cómo negarlo! Pero a la vez sobrepasado, abrumado, asustado.
La pregunta típica no se hizo esperar; la respuesta fue instantánea, seguramente porque alguna parte de mí, cada vez menos inconsciente, esperaba aquella y preparaba ésta. Me ví sentado en una silla, no esa en la que estuve frente a ella: otra, con una significación que estoy comprendiendo recién ahora –siempre tan tarde mis razonamientos.
Esa silla y ese rincón es hoy por hoy mi lugar y desde el cual abro y cierro todas las ventanas de mi reducido mundo; entro y salgo cuando puedo (ya quisiera reemplazar el “puedo” por el “quiero”), es mi refugio y mi plataforma, es mi color naranja, es mi halo, es mi reflejo, es mi catarsis. Es el tren que me lleva a vos, es el jet que me trae de regreso (así la relatividad tiempo-sentimiento).
A esa silla me vi llegando sin saber cómo, sin sentirlo, sin proponérmelo pero sin dudarlo. No me sorprendí sino hasta recién, de haber llegado a ella.
En esa silla encogí las piernas, abracé mis rodillas y bajé la mirada. El resplandor de las palabras, la lluvia de conceptos, el granizo de afecto, me llevó a hacer pantalla primero con la mano, luego con el brazo completo. No quería dejar de mirar y a la vez necesitaba esconderme y a la vez quería creer y a la vez me costaba y a la vez se me aflojaban los huesos y a la vez me hervía la sangre y a la vez...
Soy una paradoja caminando perdida por la ciudad que espero y anhelo. Soy una de las dos almas que nadan en esa pecera de la canción, año tras año, sobre los lugares de siempre, encontrando continuamente los mismos viejos temores.
Y no se cómo hice para llegar desde la ciudad a una cálida playa del caribe...
Soy un ser miserable y harapiento sentado sobre un antiguo arcón lleno de oro pero siento que lo que se mueve dentro no es el reflejo dorado de mi tesoro... creo que son escorpiones.
Cuando calló, luego de unos minutos, yo sentía mis ojos húmedos... más que húmedos, a punto de estallar. Mi mano izquierda resucitó un viejo y –creía- olvidado tic que mueve el pulgar. Por unos instantes me concentré en recuperar el ritmo de la respiración. Estaba feliz, cómo negarlo! Pero a la vez sobrepasado, abrumado, asustado.
La pregunta típica no se hizo esperar; la respuesta fue instantánea, seguramente porque alguna parte de mí, cada vez menos inconsciente, esperaba aquella y preparaba ésta. Me ví sentado en una silla, no esa en la que estuve frente a ella: otra, con una significación que estoy comprendiendo recién ahora –siempre tan tarde mis razonamientos.
Esa silla y ese rincón es hoy por hoy mi lugar y desde el cual abro y cierro todas las ventanas de mi reducido mundo; entro y salgo cuando puedo (ya quisiera reemplazar el “puedo” por el “quiero”), es mi refugio y mi plataforma, es mi color naranja, es mi halo, es mi reflejo, es mi catarsis. Es el tren que me lleva a vos, es el jet que me trae de regreso (así la relatividad tiempo-sentimiento).
A esa silla me vi llegando sin saber cómo, sin sentirlo, sin proponérmelo pero sin dudarlo. No me sorprendí sino hasta recién, de haber llegado a ella.
En esa silla encogí las piernas, abracé mis rodillas y bajé la mirada. El resplandor de las palabras, la lluvia de conceptos, el granizo de afecto, me llevó a hacer pantalla primero con la mano, luego con el brazo completo. No quería dejar de mirar y a la vez necesitaba esconderme y a la vez quería creer y a la vez me costaba y a la vez se me aflojaban los huesos y a la vez me hervía la sangre y a la vez...
Soy una paradoja caminando perdida por la ciudad que espero y anhelo. Soy una de las dos almas que nadan en esa pecera de la canción, año tras año, sobre los lugares de siempre, encontrando continuamente los mismos viejos temores.
Y no se cómo hice para llegar desde la ciudad a una cálida playa del caribe...
Soy un ser miserable y harapiento sentado sobre un antiguo arcón lleno de oro pero siento que lo que se mueve dentro no es el reflejo dorado de mi tesoro... creo que son escorpiones.
7 comentarios:
demasiado tierno
q lindo es sentir todo eso!
pero da miedito no???
Yo también desearía que alguien estuviera aquí.
Meli: no creas que fue todo taaaann lindo. Lo que ella me decía eran puros elogios... por eso dije "ejercicio para quererse". Lo malo de todo eso es luchar contra el enano represor, el enano "pero", que yo no se si será por mi escasa estatura o su cada vez mayor tamaño, pero ya me viene como pasando de enano le queda poco. Anyway, es lindo y da miedo, ponete en mis zapatos y después contame. Cada persona es un mundo y lo vive a su manera. Gracias por pasar y otra vez: te va a doleeeeerrr!!! jajaja
Erdosain: sit down please... have a cigar ;)
Espero que no haya escorpiones encima del tesoro. No se puede razonar con ellos. Pero si hay:
Pobrá a ser como ellos, sé fiel a tu instinto.
Un beso enorme Gaby
Y te felicito por las horas sin pañal del bb
No, no... "estamos en condiciones de afirmar" (estoy viendo mucho CNN ultimamente, no? :S) que NO son escorpiones... el asunto es que yo me creo que los hay... las probabilidades de que sea oro del verdadero son altísimas, "ella" no inventó nada, lo que decía era cierto, pero mi lente me muestra/o otra cosa... la peor.
En fin... lo estamos trabajando :P
Ooootro tema: el encanto duró hasta que se sentó a ver los dibus... ahí se olvidó de todo :(
También lo estamos trabajando :)
Mi bombona aprendió de una, una masa mi hija.
saliendo de la pañalera y volviendo a "ejercicio para quererse".
Todos vivimos con el temor de ser juzgados por los demas. Mientras tanto, el espacio vacio entre nosotros espera ser llenado con un gesto de cariño sincero.
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