Empecé, sigo, dejé...
Seguramente no son novedades. Sabemos que estas cosas siempre se saben, de una u otra manera. Pero tampoco es cuestión de quedarse con las ganas de decirlas.
Seguramente tampoco te sorprenda el contenido: al final siempre somos así de predecibles.Pero te quería contar...
Empecé a comer menos dulces y hasta desayuno con huevo revuelto. Empecé a caminar de otra forma, aunque por fuera sólo se note que voy más despacio. Empecé a tomarme las cosas con más calma, aunque por ahí me dan ganas de ver arder el mundo. Empecé a incorporar el concepto de que las cosas pueden esperar, principalmente la tragedia. Empecé a darme cuenta que me voy quedando solo por mi sola obra y gracia, y que tengo que vivir con eso porque lo elegí. Empecé a disfrutar de un espectacular amanecer naranja con solo mirar unos centímetros más arriba del yuyal del puente. Empecé a saludar a la luna llena a las 3 de la mañana cuando la estación, la fecha, el clima y mi incontinencia urinaria coinciden y me llevan frente al ventiluz del baño.
Sigo haciendo cositas en madera, cuando puedo, como puedo. Sigo saliendo a pasear en moto, aunque sólo sean cuatro cuadras a comprar mandarinas. Sigo quedándome mudo a la hora de enfrentar al teclado y al instante en que la psicóloga me pregunta qué siento. Sigo esperando que una noche ella decida dormir sin ropa. Sigo creyendo en la magia de Rizzuto, para no complicarme más la vida. Sigo guardando cierta ropa con la –cada vez más escasa- esperanza de que algún día me vuelva a entrar. Y ya que estamos en el tema, sigo metiendo panza cada vez que noto que ella me puede llegar a mirar.
Dejé de esperar que cierta gente me entienda, dejé de esperar que les intereso. Dejé de creer que tengo que pagar las deudas de mis abuelos, jamás volví a creer que sabían lo que hacían. Dejé de esperar que algún día llegara el momento: ahora es el momento y por eso es esto que estás leyendo. Dejé de sostener la mirada y pasé a entrar en sus ojos. Dejé de guardar para siempre los tdk con las canciones que escuchábamos en el auto.
Empecé a contener el impulso de buscar su número.
Sigo con ese nudo en la garganta cuando me brota su nombre.
Dejé de esperar en el umbral que aparezca doblando la esquina.
2 comentarios:
En estos cambios de vida, donde la tecnología responde a las urgencias más que a las necesidades, no sé cómo acceder a mi perfil desde el celular, y no se me da la gana retrasar la respuesta hasta prender la maquina, razón por la por la cual, firmaré más abajo con mi viejo nombre de batalla… leerte, releerte, volver a encontrarme con estas letras con las que es tan fácil identificarse ( cambiando levemente el párrafo del ventiluz del baño, dependiendo de donde esté ubicado) me trae tantas cosas buenas al alma que correría a donde estés, o tal vez a aquella plaza donde nos vimos por primera vez, a pegarte un abrazo de un descomunal tamaño.
Desde siempre, como siempre, Cecis…funámbula
Ya pasó poco más de un año desde el último abrazo. Va siendo hora de renovar, che... que uno no puede sobrevivir siempre con la memoria muscular :)
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