Mono (Segunda parte)
Aúlla. Gime.
En silencio.
Llegó el frío. el otoño, como un alud sobre las asignaturas pendientes.
La vida pasó muy velozmente y no tuve tiempo de poner pause, rewind y detenerme en las oportunidades que elegí visceralmente.
En la cuarentena previa al cumple katún, el alma, el cuerpo y la mente se cansaron del largo peregrinaje y aterrizaron bruscamente desde las palmeras en las que habité en distintas junglas de exóticos lugares, sobre la tierra y en sus entrañas, donde existen cavernas muy profundas parecidas al infierno; espacios para descubrir si somos capaces de atravesar fronteras entre la locura y la cordura, el apego y el desapego, el deseo, la ilusión, el amor y lo que apenas podemos hacer con lo que sentimos en este experimento que es vivir y del que me siento recién parido, esta vez para siempre y por mí, sin padres ni nodriza.
Dándome cuenta que estoy en el viaje que llegará al lugar donde todo nos iguala, mientras jugamos en el fugaz recreo de la vida.
Me estoy pareciendo al joker de las cartas, ideal para jugar a la canasta. A pesar del look payasesco, siento que todavía alegro, sumo y aporto a quienes conviven con alguna faceta de mis múltiples personalidades.
Soy como una estrella fugaz que se detecta en el cielo y a quien se le encomiendan deseos de buena suerte y se apaga antes de que se cumplan.
Soy irremediablemente solitario.
Parezco sociable, adaptable, inquebrantable, pero soy tan frágil que tuve que convertirme en tronco desde chiquito para sobrevivir a las catástrofes que me visitaron y a las que reciclé "antes de que cante el gallo" por instinto de preservación, y no me di tregua en el síntoma, atravesando la incierta vida tapado de lianas que me cubrieron hasta asfixiarme y simbiotizarme.
Recién ahora que soy un mono curtido por las inclemencias meteorológicas e imponderables de la existencia, estoy tiritando de frío con el torso desnudo, echando un vistazo con lupa a mi manera insólita de atravesar la jungla, columpiándome en diferentes ramas, nidos, pechos y archipiélagos.
Viví el aquí y ahora sin medir las consecuencias. Y tuve suerte pues conjugué cada momento con todos los condimentos disponibles, recursos sacados de mi frondosa imaginación que siguió floreciendo a pesar de los peajes tangibles que me mandaban los nahuales para alinearme y balancearme.
Me reí tanto de mí que llegué a amplificar mi carcajada en sensorround en la galaxia y resucitar a los muertos vivos que han sido perseverantes en el seguimiento y se han nutrido del manantial que surgía de mi hara.
Participé en todos los experimentos teatrales, culturales, familiares y sentimentales posibles; soy una mezcla de ellos y, como un bandoneón que a través de su fuelle desafina hasta redoblar su dolor, urgente necesito un afinador.
Soy candidato a la terapia intensiva, a las operaciones de urgencia, pues predico la medicina preventiva pero no la practico.
Vivo con la cuerda tensa, me relajo solo cuando duermo, hago el amor, viajo, siento que cumplo con mis deberes cotidianos, humanos y laborales y me detengo a mirar las puestas de sol, la luna en sus diferentes fases, Venus, el lucero, que es el planeta que me rige y guía desde cualquier lugar donde intento encauzar mi destino.
Fui buen alumno, primer escolta, en la etapa en la cual los mandatos caían como misiles Scud y no daban tiempo a la rebelión. Fui el preferido de los profesores, preceptores, maestros, por mi inteligencia precoz, histrionismo, agudeza de espíritu y sentido del humor, y en cada etapa de mi vida me acomodé en algún trono invisible al cual estoy abdicando, pues estar en la cima es un espejismo.
Entrar y salir de cada momento como si fuera eterno; nadar en un estanque como en el océano; sentir en cada estación la temperatura de la piel, el gusto, el olfato, el tacto, el oído, saciado de todos los estímulos que aparecen en el mercado y siempre esperando más para desparramarlo entre los amigos, amores, hermanos, príncipes y mendigos que me acompañan en el Tao.
Viajar física, mental o telepáticamente. Estar en movimiento como la traslación y la rotación de los planetas.
Armar y desarmar casas, proyectos, utopías, sin sentir el impacto del "volver a empezar", con más entusiasmo y responsabilidad pues las lecciones siempre son duras aunque estén bien remuneradas.
Ganar y a veces perder, y aprender en un instante lo que hicimos en siglos.
Dejarme embaucar, encandilar, sabiendo que es una trampa mortal y caer rendido ante la fascinación.
Abrir el tercer ojo y detectar el peligro, la escencia, lo inasible e inexplicable y atesorarlo.
Atravesar amores marcianos, pleyadeanos, plutonianos pero nunca terrenales.
Quedar hechizado por una idea, una vela, una siesta de amor picante, un masaje tántrico, un viaje al mar en invierno, una voz que sigo soñando despierto y me asalta en una esquina, una mirada que me dejó titilando, una chimenea con alta filosofía tejiendo un telar de llama para abrigarme en los largos intervalos donde el silencio me aturde.
Ser mono es transitar la vida sin red, como un equilibrista de circo.
Escuchar un sábado a la noche a mis vísceras y quedarme solo en casa, sin eco.
Esmerarme en lo que hago, aunque me repitan millones de veces que no hay fórmulas, que es pura energía puesta al servicio de la obra.
Inspiración más que transpiración aunque me derrita en cada interacción enfrentando a mis fobias.
Cascabel, luciérnaga. Pozo de agua y prana para llenar y saquear.
Recién en el umbral del medio siglo estoy aprendiendo a cuidarme.
Di lugar a la invasión, al saqueo, al usufructo del alma.
Ego triturado, diluido, pisoteado por las bendiciones disfrazadas que no me dieron tregua.
Con cara triste y sonrisa, mezcla de copal y alpiste. Prófugo, náufrago. Guerrero sin armas. Vencido. Domador de casos perdidos y encontrados. Peligroso. Manso. Dócil.
Desperté envuelto en sueños gratos y arranqué con mate amargo. Otra vez nacido. Sol en Géminis. Luna en Libra.
Llovió. El día está nublado e indeciso.
Siento que perdí la conexión tántrica con la vida y lentamente, con coraje, enfrento cada día con más fe de erratas.
Ser mono... es magia y desperdicio, tiempo dentro del gran tiempo e indisciplina.
Gran collage de lo que no se tira, repique de campanas, arco iris doble, tesoro arqueológico, mandala, boleto capicúa, feria de vanidades, acertijo, vivero con jazmines, jeroglífico maya, tren bala, glims de aire fresco que aclaran.
Un refugio en el desierto y en Groenlandia.
Intensidad. Calidad más que cantidad. Ausencia con presencia.
Acertados consejos para levantar el ánimo, estimular, dar fuerzas a quienes pierden el timón de sus vidas.
No hay embajador cósmico ni terrenal que pueda interponerse cuando decido algo.
Acepto consejos. Los metabolizo comiendo maníes y parto raudo a la aventura.
Mi espíritu guerrero, curioso, aventurero, insondable, siguió exponiéndose en diferentes episodios que hoy siento en cada vértebra, órgano, nervio y ventrículo del corazón.
Qué omnipotencia!
O será que la vida tiene esa adrenalina que si no se vive a full parece que es insulsa, inodora e insípida.
Siempre busqué el sol como fuente de energía y en cada cielo espero, una a una, las estrellas que me hacen titilar: Venus, La cruz del sur, Los siete cabritos, Las tres marías y a la Luna, para reflejar mis dudas, esperanzas y pecados.
Atraigo como un imán a quienes no encuentran su camino y se suman al mío simbiotizándose, o chupándome el prana. Los depredadores me huelen y se instalan hasta desnergizarme.
Es mi gran trabajo y me llevó toda la vida diferenciar entre quienes me nutren o me vampirizan.
Soy ultraselectivo, preservo mi intimidad construyendo murallas chinas, me entrego plenamente en cada contacto, desde un saludo, una charla, una conferencia, una entrevista, un viaje de a dos. No nací para la diplomacia ni el piloto automático; por eso soy antisociable y saco un as de la manga para dejar contentos a quienes me succionaron el néctar.
Es bueno que los monos jóvenes hagan prevención para no prodigarse a cualquiera por una cuestión de ser showman eterno pues esas células y neuronas no se vuelven a regenerar.
Si bien he sido víctima de mis inventos, pasiones, proyectos, y logro entusiasmar al zoológico en mis creaciones cósmico-telúricas, soy el hombre más feliz del mundo cuando pego un slam.
La vida es ilusión. Un juego, una invitación a evolucionar o a involucionar según la sabiduría que tengamos.
Adoro detectar pintores, músicos, poetas, actores con talento, en lugares recónditos del universo y adoptarlos, integrarlos, estimularlos y acompañarlos telepáticamente.
Me gusta el feed back, admirar, aprender, evaluar cada episodio mientras ocurre y luego en soledad.
Todo me afecta. Desde el clima, la queja, la resignación del no intentar modificar un síntoma, el ruido de las grúas, las peleas, la violencia, el rush, hasta la caída de una hoja en otoño.
Tengo una reserva para comprender y aceptar el dolor, la injusticia, la desolación, y fundirme en ellos.
No me gusta que sepan donde estoy.
Desde chico me moví por el mundo y esperé cartas y palomas mensajeras, llamados en el contestador y ahora mi corazón titila cuando abro e-mails.
Me cuesta organizar planes sociales.
Voy donde siento que quiero estar, me adapto a lo imprevisible y descarto lo superfluo.
Admiro a la gente que transita la vida con equilibrio entre el Ser y el Tener con conciencia y perfil bajo.
Amo la velocidad y detesto el ajetreo, los trámites burocráticos, el mal humor crónico, el NO.
Soy feliz cuando veo el horizonte sin interferencias.
Mimar y que me mimen.
Que me inviten a comer y preparar una buena comida y confesarnos hasta el amanecer.
Detesto la mentira. Y si la detecto la desenmascaro asumiendo las mías.
Soy rápido, veloz, ágil con el pensamiento y muy vago con el movimiento.
Aprecio cada día mas la salud y me desvalorizo como la bolsa de Hong Kong cuando no la tengo.
Estoy renaciendo.
Llegó el frío. el otoño, como un alud sobre las asignaturas pendientes.
La vida pasó muy velozmente y no tuve tiempo de poner pause, rewind y detenerme en las oportunidades que elegí visceralmente.
En la cuarentena previa al cumple katún, el alma, el cuerpo y la mente se cansaron del largo peregrinaje y aterrizaron bruscamente desde las palmeras en las que habité en distintas junglas de exóticos lugares, sobre la tierra y en sus entrañas, donde existen cavernas muy profundas parecidas al infierno; espacios para descubrir si somos capaces de atravesar fronteras entre la locura y la cordura, el apego y el desapego, el deseo, la ilusión, el amor y lo que apenas podemos hacer con lo que sentimos en este experimento que es vivir y del que me siento recién parido, esta vez para siempre y por mí, sin padres ni nodriza.
Dándome cuenta que estoy en el viaje que llegará al lugar donde todo nos iguala, mientras jugamos en el fugaz recreo de la vida.
Me estoy pareciendo al joker de las cartas, ideal para jugar a la canasta. A pesar del look payasesco, siento que todavía alegro, sumo y aporto a quienes conviven con alguna faceta de mis múltiples personalidades.
Soy como una estrella fugaz que se detecta en el cielo y a quien se le encomiendan deseos de buena suerte y se apaga antes de que se cumplan.
Soy irremediablemente solitario.
Parezco sociable, adaptable, inquebrantable, pero soy tan frágil que tuve que convertirme en tronco desde chiquito para sobrevivir a las catástrofes que me visitaron y a las que reciclé "antes de que cante el gallo" por instinto de preservación, y no me di tregua en el síntoma, atravesando la incierta vida tapado de lianas que me cubrieron hasta asfixiarme y simbiotizarme.
Recién ahora que soy un mono curtido por las inclemencias meteorológicas e imponderables de la existencia, estoy tiritando de frío con el torso desnudo, echando un vistazo con lupa a mi manera insólita de atravesar la jungla, columpiándome en diferentes ramas, nidos, pechos y archipiélagos.
Viví el aquí y ahora sin medir las consecuencias. Y tuve suerte pues conjugué cada momento con todos los condimentos disponibles, recursos sacados de mi frondosa imaginación que siguió floreciendo a pesar de los peajes tangibles que me mandaban los nahuales para alinearme y balancearme.
Me reí tanto de mí que llegué a amplificar mi carcajada en sensorround en la galaxia y resucitar a los muertos vivos que han sido perseverantes en el seguimiento y se han nutrido del manantial que surgía de mi hara.
Participé en todos los experimentos teatrales, culturales, familiares y sentimentales posibles; soy una mezcla de ellos y, como un bandoneón que a través de su fuelle desafina hasta redoblar su dolor, urgente necesito un afinador.
Soy candidato a la terapia intensiva, a las operaciones de urgencia, pues predico la medicina preventiva pero no la practico.
Vivo con la cuerda tensa, me relajo solo cuando duermo, hago el amor, viajo, siento que cumplo con mis deberes cotidianos, humanos y laborales y me detengo a mirar las puestas de sol, la luna en sus diferentes fases, Venus, el lucero, que es el planeta que me rige y guía desde cualquier lugar donde intento encauzar mi destino.
Fui buen alumno, primer escolta, en la etapa en la cual los mandatos caían como misiles Scud y no daban tiempo a la rebelión. Fui el preferido de los profesores, preceptores, maestros, por mi inteligencia precoz, histrionismo, agudeza de espíritu y sentido del humor, y en cada etapa de mi vida me acomodé en algún trono invisible al cual estoy abdicando, pues estar en la cima es un espejismo.
Entrar y salir de cada momento como si fuera eterno; nadar en un estanque como en el océano; sentir en cada estación la temperatura de la piel, el gusto, el olfato, el tacto, el oído, saciado de todos los estímulos que aparecen en el mercado y siempre esperando más para desparramarlo entre los amigos, amores, hermanos, príncipes y mendigos que me acompañan en el Tao.
Viajar física, mental o telepáticamente. Estar en movimiento como la traslación y la rotación de los planetas.
Armar y desarmar casas, proyectos, utopías, sin sentir el impacto del "volver a empezar", con más entusiasmo y responsabilidad pues las lecciones siempre son duras aunque estén bien remuneradas.
Ganar y a veces perder, y aprender en un instante lo que hicimos en siglos.
Dejarme embaucar, encandilar, sabiendo que es una trampa mortal y caer rendido ante la fascinación.
Abrir el tercer ojo y detectar el peligro, la escencia, lo inasible e inexplicable y atesorarlo.
Atravesar amores marcianos, pleyadeanos, plutonianos pero nunca terrenales.
Quedar hechizado por una idea, una vela, una siesta de amor picante, un masaje tántrico, un viaje al mar en invierno, una voz que sigo soñando despierto y me asalta en una esquina, una mirada que me dejó titilando, una chimenea con alta filosofía tejiendo un telar de llama para abrigarme en los largos intervalos donde el silencio me aturde.
Ser mono es transitar la vida sin red, como un equilibrista de circo.
Escuchar un sábado a la noche a mis vísceras y quedarme solo en casa, sin eco.
Esmerarme en lo que hago, aunque me repitan millones de veces que no hay fórmulas, que es pura energía puesta al servicio de la obra.
Inspiración más que transpiración aunque me derrita en cada interacción enfrentando a mis fobias.
Cascabel, luciérnaga. Pozo de agua y prana para llenar y saquear.
Recién en el umbral del medio siglo estoy aprendiendo a cuidarme.
Di lugar a la invasión, al saqueo, al usufructo del alma.
Ego triturado, diluido, pisoteado por las bendiciones disfrazadas que no me dieron tregua.
Con cara triste y sonrisa, mezcla de copal y alpiste. Prófugo, náufrago. Guerrero sin armas. Vencido. Domador de casos perdidos y encontrados. Peligroso. Manso. Dócil.
Desperté envuelto en sueños gratos y arranqué con mate amargo. Otra vez nacido. Sol en Géminis. Luna en Libra.
Llovió. El día está nublado e indeciso.
Siento que perdí la conexión tántrica con la vida y lentamente, con coraje, enfrento cada día con más fe de erratas.
Ser mono... es magia y desperdicio, tiempo dentro del gran tiempo e indisciplina.
Gran collage de lo que no se tira, repique de campanas, arco iris doble, tesoro arqueológico, mandala, boleto capicúa, feria de vanidades, acertijo, vivero con jazmines, jeroglífico maya, tren bala, glims de aire fresco que aclaran.
Un refugio en el desierto y en Groenlandia.
Intensidad. Calidad más que cantidad. Ausencia con presencia.
Acertados consejos para levantar el ánimo, estimular, dar fuerzas a quienes pierden el timón de sus vidas.
No hay embajador cósmico ni terrenal que pueda interponerse cuando decido algo.
Acepto consejos. Los metabolizo comiendo maníes y parto raudo a la aventura.
Mi espíritu guerrero, curioso, aventurero, insondable, siguió exponiéndose en diferentes episodios que hoy siento en cada vértebra, órgano, nervio y ventrículo del corazón.
Qué omnipotencia!
O será que la vida tiene esa adrenalina que si no se vive a full parece que es insulsa, inodora e insípida.
Siempre busqué el sol como fuente de energía y en cada cielo espero, una a una, las estrellas que me hacen titilar: Venus, La cruz del sur, Los siete cabritos, Las tres marías y a la Luna, para reflejar mis dudas, esperanzas y pecados.
Atraigo como un imán a quienes no encuentran su camino y se suman al mío simbiotizándose, o chupándome el prana. Los depredadores me huelen y se instalan hasta desnergizarme.
Es mi gran trabajo y me llevó toda la vida diferenciar entre quienes me nutren o me vampirizan.
Soy ultraselectivo, preservo mi intimidad construyendo murallas chinas, me entrego plenamente en cada contacto, desde un saludo, una charla, una conferencia, una entrevista, un viaje de a dos. No nací para la diplomacia ni el piloto automático; por eso soy antisociable y saco un as de la manga para dejar contentos a quienes me succionaron el néctar.
Es bueno que los monos jóvenes hagan prevención para no prodigarse a cualquiera por una cuestión de ser showman eterno pues esas células y neuronas no se vuelven a regenerar.
Si bien he sido víctima de mis inventos, pasiones, proyectos, y logro entusiasmar al zoológico en mis creaciones cósmico-telúricas, soy el hombre más feliz del mundo cuando pego un slam.
La vida es ilusión. Un juego, una invitación a evolucionar o a involucionar según la sabiduría que tengamos.
Adoro detectar pintores, músicos, poetas, actores con talento, en lugares recónditos del universo y adoptarlos, integrarlos, estimularlos y acompañarlos telepáticamente.
Me gusta el feed back, admirar, aprender, evaluar cada episodio mientras ocurre y luego en soledad.
Todo me afecta. Desde el clima, la queja, la resignación del no intentar modificar un síntoma, el ruido de las grúas, las peleas, la violencia, el rush, hasta la caída de una hoja en otoño.
Tengo una reserva para comprender y aceptar el dolor, la injusticia, la desolación, y fundirme en ellos.
No me gusta que sepan donde estoy.
Desde chico me moví por el mundo y esperé cartas y palomas mensajeras, llamados en el contestador y ahora mi corazón titila cuando abro e-mails.
Me cuesta organizar planes sociales.
Voy donde siento que quiero estar, me adapto a lo imprevisible y descarto lo superfluo.
Admiro a la gente que transita la vida con equilibrio entre el Ser y el Tener con conciencia y perfil bajo.
Amo la velocidad y detesto el ajetreo, los trámites burocráticos, el mal humor crónico, el NO.
Soy feliz cuando veo el horizonte sin interferencias.
Mimar y que me mimen.
Que me inviten a comer y preparar una buena comida y confesarnos hasta el amanecer.
Detesto la mentira. Y si la detecto la desenmascaro asumiendo las mías.
Soy rápido, veloz, ágil con el pensamiento y muy vago con el movimiento.
Aprecio cada día mas la salud y me desvalorizo como la bolsa de Hong Kong cuando no la tengo.
Estoy renaciendo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario