11 de abril de 2006

Vidas circulares II

Una espesa nube de amanecer se desliza a nuestro alrededor, fría, húmeda y fantasmal. Las aves de la noche callaron hace rato y ya los lúgubres graznidos son solo un mal recuerdo. Pero el zumbido persiste y lo va callando todo.
Momentos somnolientos en que la confusión de la realidad golpea sordamente con la tibia calma de los sueños desvanecidos. Te veo dormir a mi lado y el casi imperceptible ir y venir de la sábana que tapa tu pecho parece ser lo único vivo en la espectral madrugada.
Aprovecho.
Pero necesitaba todo esto junto, volver a este lugar y que vos duermas. Hace tanto tiempo que soñaba con vivir estas cosas una vez más!
Extiendo mi mano hacia el vaso de agua junto a tu lámpara de noche. Los ínfimos sonidos, las tenues visiones, los hormigueos, la sequedad de la garganta... todo, entra en un veloz túnel y al cabo de un instante impreciso comienza a detenerse lentamente y las cosas parecen más quietas y pesadas, cubiertas de terciopelo y atenuadas en sordos murmullos. El vaso viene a mí, se acomoda en mi palma abierta luego de volar -irreal- sobre tu rostro. Y ya el solo contacto con él desvanece todo al instante: el túnel se cierra, la luz regresa, tu respiración profunda vuelve a llenar el ambiente, los ecos de un lejano aleteo mueren en la celosía humedecida. Solo resta esperar que despiertes y me digas una vez más que soñaste que un vaso volaba sobre tu cabeza mientras dormías, que podías ver todo desde donde estabas pero que eras incapaz de moverte, ni de hablar, ni de armar ideas coherentes, ni mucho menos darte cuenta que nada fue un sueño.

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