26 de septiembre de 2006

La mierda! :S

Ayer recibí un mail de un conocido empresario de la industria del calzado de Córdoba -el Diego, para los amigos- un ex compañero del secundario.

Les dejo el texto

manga de putos hace 20 años que terminamos el secundario, hay que juntarse si o si yo dispongo de lugar o en otro lado como quieran , pasenme te:, direcciones, cualquier cosa, de todos lo que mas puedan
Un abrezo

Y sí... no se dedicó ni a la electrónica como indicaba la lógica ni a la literatura como habrán podido comprobar. No me preocupa la obvia alusión a la indefinición sexual ni la ortografía, ni si encuentra lugar o no para la joda, si allá o acá...

Me cayó en la cabeza un iceberg más grande que la luna cuando vi ese numerito 20 ahí.


El 8 de diciembre va a hacer 20 años que terminamos el secundario!!! Por dió... ya pasó más tiempo del que tenía en ese entonces (18)


Me voy a la plaza a darle de comer a las palomas y vuelvo... (si encuentro el bastón... ) Snif...



Como corresponde, de izquierda a derecha, arriba:
Bolita Siles, el ruso Feighelstein (dormido), Bror (hoy en Mexico), Diego (el zapatero), Rodi y su flequillo al dulce de leche, Marcelo (traficante naturalizado colombiano), el negro Moyano
Al medio (de izq a derecha también):
Cristo (corbata gris), el "vecino" Zamprogno, Ico Capriles, Pablito Parrau, Moreno y "Avivate" Oyola (de blanco inmaculiado)
Abajo (no hacía falta que nos acuclilláramos pero bue...)
Mark, el Porteño (yo) y el negro Chirichián

(8 de diciembre de 1986 - Teatro San Martín - Cba.)

25 de septiembre de 2006

Cuesta creerlo

La última vez que se lo vio con vida fue el 16 de Febrero (7 meses y 10 días, aproximadamente), agonizando, tosiendo, febril, empacado...
Desde entonces comenzó una ardua, eterna, estoica peregrinación por esos otrora sagrados lugares, templos de grasa, llaves y juntas, que terminaron siendo sucursales del infierno, dependencias chuscas y paupérrimas del mismísimo Lucifer.
Hoy, 25 de Septiembre de 2006, ha vuelto a la vida, tal vez como aquel Lázaro de hace dos mil y pico de años, a los tumbos, doliéndose de la luz del sol, maravillándose del aire a su paso...
Hoy, a más de siete meses, repito, mi corazón se detuvo por un instante que creí eterno y me dije: es mi turno. Pero no. Las cosas seguían allí, no me tocó reemplazarlo en el purgatorio.
Hoy vuelvo a creer en los milagros justamente a 28 años y un día de haber abandonado la fe católica por convicción y por calor. Hoy, tras una pausa teñida de estática en el teléfono, la voz del otro lado, con su cantito cordobés típico me dijo "iá anda vaarón, veení buucalo cuando quieerá... pero traaé la guita, no te haagai el boolú..."
Queda tal vez la parte más ardua: el pago :P
Queda pendiente aún la pelea judicial con los otros talleres.
Queda usarlo por un tiempo y despues venderlo a la reputísima madre que lo parió.
Sras., sres. y ¿por qué no? lactántricos....

EL DUNA ANDA!


Se vienen tiempos de revancha!!

23 de septiembre de 2006

Contra la pared! Documentos! Qué llevás ahí?!

Claro que no se compara lo que cualquier varoncito pueda tener en su mochila, sobre de cuero, carterita con fuelle, o de esas re gay que se cuelgan con una correa finita, ni hablar de un yuppie maletín, con lo que uno puede encontrar en una cartera de mujer
Di vuelta mi mochila sobre el escritorio y no cayó gran cosa:

mochila

De izquierda a derecha

  • Sombra semicircular negra: Estuche con cedeses
  • Libro de Borges recién regalado
  • Libro de Saramago (muuuuuu bueeeeno) para devolverle a Kico (Gracias cumpa!!)
  • Lapicera Tango azul
  • Billetera que incluye: registro pa manejá y cédula verde (al pedo porque desde febrero ando sin auto :S); almanaque non sancto prohibido por Rátzinger Z, cedula federal con mi foto a los 20 (no-laván-aver!); tarjeta Blockbuster; tarjetas de crédito (uf... muchas, desde la Visa Gold hasta la Carta Franca, pasando por Dinners y Tarjeta del Centro Comercial Saldán :P); amuleto de PL (Perfect Liberty); tickets de depósitos y un par de huevadas más.
  • Ultima receta para las Flores de Bach
  • Cajita de TopLineOne azul
  • Frasquito con Flores de Bach
  • Pilas de repuesto para el DiscMan
  • Barrilete de peluche, regalo de Luciano para que me acompañe cuando viajo :D

...y no mucho más, algunos papeles que no vienen al caso, migas de Don Satur que no se ven pero se sienten :P

A veces se pueden encontrar camperas hechas un bollito, tarjetas de bondi, moneditas. Otras veces asoman recuerdos, de esos tímidos que no se quieren ir; algunas ilusiones renegadas que tienden a escaparse al ver mi mano acercarse al cierre. Muchas cosas más viajan conmigo dentro de la mochila. Algunas se guardan solas, otras a la fuerza, varias se pierden, las hay que aparecen en el momento más oportuno.

Y vos? Qué llevás en tu "mochila"?

21 de septiembre de 2006

Magia

El mago Rizzuto no conocía ningún truco. Su número era bien sencillo: golpeaba su galera con una varita azul y luego esperaba que apareciera una paloma.
Naturalmente, la total ausencia de dobles fondos, de mangas hospitalarias y de juegos de manos conducía siempre al mismo resultado desalentador. La paloma no aparecía.
Rizzuto solía presentarse en teatros humildes y en festivales de barrio, donde casi siempre lo echaban a patadas.
La verdad es que el hombre creía en la magia, en la verdadera magia. Y en cada actuación, en cada golpe de su varita azul estaba la fervorosa esperanza de un milagro. Él o se contentaba con las técnicas del engaño. Quería que su paloma apareciera redondamente.
Durante largo tiempo lo acompañaron la desilusión y los silbidos. Otro cualquiera hubiera abandonado la lucha. Pero Rizzuto confiaba.
Una noche se presentó en el club Fénix. Otros magos lo habían precedido. Cuando le llegó el turno dio su clásico golpe con la varita azul. Y desde el fondo de la galera salió una paloma, una paloma blanca que voló hacia la ventana y se perdió en la noche.
Apenas si lo aplaudieron.
Las muchedumbres prefieren un arte hecho de trampas aparatosas a los milagros puros.
Rizzuto no volvió a los escenarios. Tal vez siga haciendo aparecer palomas en forma particular.

Alejandro Dolina - El libro del fantasma

Para ustedes que creen en la magia Kalabadul!! sin varitas, me tomé el atrevimiento de afanarle este texto a Dolina. No están solas... ya lo sabían, no?

Hay días

Parecía una idiotez (lo era), pero como resultado del aburrimiento que le producía su barrio, se había propuesto comportarse cada día de la semana de forma diferente, lo más diferente posible.

Así los lunes nos encontrábamos con un bohemio que hacía lo que hiciera falta para no trabajar, no estudiar, no hacer las compras, dormir encima del edredón, leer 2 o 3 periódicos (incluyendo la sección de contactos, en la que, me dijo, buscaba a una antigua novia del colegio), apagar el celular, comer tarde, no cenar, poner caras delante del espejo, escribirle versos a enamoradas suyas (inventadas) y hacer pirámides con un mazo de cartas. No miraba por la ventana porque las vistas de su casa eran bien feas, poco bohemias se diría, y su imaginación ya se le había gastado en inventar a las enamoradas.

Los martes no le gustaban nada, porque era banquero. Eso sí, un banquero con el día libre. El problema es que el día libre de un banquero normal (y él quería ser normal en algo) es muy ajetreado. Se levantaba temprano (nada bohemio como verán), besaba a los chicos, se apretaba la corbata y hacía números sin parar encima de los versos que había escrito el lunes. Llamaba por teléfono a su secretaria y le mandaba mensajes de amor ocultos, porque eso es algo propio de banqueros, no por influencia bohemia (ahora los mensajes de amor distaban mucho de los cuidados versos del poeta). Comía poco y llegaba ya entrada la noche a casa por una reunión de última hora. Besaba a los chicos que ya estaban durmiendo y se tiraba debajo de la manta.

El miércoles era su día preferido. Los miércoles le tocaba ser un niño. Había elegido ese rol para el miércoles porque es un día más para todo el mundo, menos para los niños, que todos los días son importantes. Se despertaba cuando su mamá entraba a llamarlo para ir a la escuela, y tardaba al menos quince minutos en levantarse. Eso le hacía estar toda la mañana haciendo las cosas a toda prisa para no llegar tarde. La madre lo vestía y él apenas tocaba el suelo con los pies; ponete este pantalón, ahora una media, ésta la tenés toda rota, qué haces para tener siempre las rodillas lastimadas, qué uñas. Él se dejaba hacer. De camino a clase pateaba más piedras de las que había y se le metía arena por el hueco de la puntera. En el aula prestaba atención a la clase de matemática (influencia del martes) y en el resto de las materias escribía notitas a Jimena, una niña con pecas que conocía desde el año anterior. Odiaba la acelga y los pimientos, y era capaz de tragarlos sin que pasaran por la lengua (mamá nunca daba su brazo a torcer en la comida). Por las tardes jugaba al fútbol y cantaba canciones con sus amigos, llamaban a los porteros, tiraban piedras a las chicas, y reía, sobre todo reía. Cuando pasaban las diez y media estaba muerto de sueño y aunque él quería quedarse viendo la tele, su papá lo llevaba en brazos hasta la cama mientras él ya llevaba un rato soñando.

Los jueves decidió ser un músico comprometido, un artista sensible, un renegado. Se mudó al roñoso estudio de grabación que había alquilado con sus últimos ahorros porque ya no era para él eso de vivir en familia, eso de la mujer y los hijos... él era un alma libre y era su compromiso vivir sin ataduras. Por la mañana creía inspirarse, así que tomaba su desafinada guitarra e improvisaba todos los jueves la misma secuencia de acordes, que cada vez era distinta a la anterior... o al menos eso le parecía. Grababa unas bases rítmicas pobres y deslucidas y sobregrababa las guitarras y los teclados hasta obtener una pasta pegajosa e inconsistente que de milagro podía sostenerse. Mientras tanto, elucubraba nuevas formas de bastardear a los mediocres, a sus temidos y necesarios mediocres, porque sin ellos -se decía- su música y sus palabras no contrastarían... pero con ellos era tan difícil vivir. El día se le pasaba casi sin darse cuenta, pensando y hablando tonterías acerca de los monopolios capitalistas y la industria discográfica, reivindicando su sensibilidad, su tercer ojo, su empeño en un mundo mejor, sin tontos ni cobardes, sin necios ni pusilánimes, sin burguesía contagiosa; añorando buenos tiempos que nunca fueron ni serán, soñando con los halagos de músicos reconocidos y de civiles burgueses impresionados... o al menos de su harén de mujercitas huecas y fácilmente anonadables que le endulzaban, que lo pringaban de empalagosas palabritas de abuela, de cariños desmedidos, de sobadas espaldares... Y así concluía su día, creyéndose lo que no era, inconsciente que mañana será otro día en el absoluto y total sentido de la palabra OTRO.

Los despertares de los viernes no eran lindos, para nada. El viejo reloj cucú resonaba en toda la casa, haciendo temblar los viejos pisos de madera. Sobresaltado corría hasta la sala contigua y, maldiciendo, escondía al maldito pajarito en su casa, esperando que allí se quedara para siempre. El resto del día era agotador. Luego de un rápido desayuno en la galería que daba al campo, se calzaba las botas de trabajo, y, con azada en mano, emprendía el camino hasta los sembradíos. Allí las horas pasaban entre semillas y barro, entre sol y sudores, entre pájaros y cantos. El día era muy largo ya que no tenía tiempo que perder, todas esas hectáreas requerían de su cuidado, que en un solo día nunca era demasiado. Eso sí, la siesta bajo el nogal era de religiosa puntualidad, una horita recostado a la sombra no podía faltar. Ya al atardecer volvía a la casa, con una canasta en la mano, llena de hortalizas para la cena, y con un vacío en el estómago, ávido de cena. Cocinar no era su fuerte, pero los viernes se cocinaba, y le gustaba hacerlo. Cuando la vela se consumía del todo, casi como un reloj de alta precisión, era la hora de acostarse. Sobre la cama destartalada, la ventana abierta dejaba que entrara una fresca brisa, que, siempre, siempre, traía nuevos aires.

Cada sábado despertaba con cuatro décadas en el cuerpo, un pijama gris con rayas azules y una mujer rubia, y sospechosamente bien peinada, a su izquierda. Se ponía las pantuflas y en el baño se lavaba los dientes y se afeitaba en un acto casi ceremonial. Luego de un desayuno equilibrado y una rápida repasada al diario se dedicaba durante buena parte de la mañana a cortar el césped del jardín delantero de la casa. Los sábados era un tipo correcto. Durante su extendida sesión de jardinería hogareña aparecía la mujer rubia y bien peinada, y le acercaba una limonada. Él la aceptaba de buena gana y la agradecía con sincera amabilidad. Luego del almuerzo miraba televisión, alguna película iraní que no entendía, o que al menos no respetaba, pero la veía de principio a fin mientras la mujer rubia y bien peinada terminaba de arreglar los trastos de la cocina. Cada sábado se confesaba con el Padre Gregorio. Confesaba el desorden de sus días y se arrepentía francamente de sus pecados. Arrodillado frente a la imagen de la Virgen de la Medalla Milagrosa rezaba tres Ave María mientras miraba de reojo a las jovencitas del coro. Al regresar de la Iglesia, cada sábado, la mujer rubia y bien peinada le alcanzaba la camiseta, perfectamente doblada, planchada y perfumada. Él le daba un beso en la frente y se iba al fútbol. Se ubicaba en su platea, insultaba moderadamente al árbitro y a los delanteros rivales, y al sonar el silbato del final del primer tiempo abandonaba el estadio. Cada sábado lo esperaba en el bar una joven a la que doblaba en edad. Al llegar le daba un beso, rápido y corto, y salían del bar sin tomarse de la mano. En el cuarto de un hotel hacían sus deberes indebidos sin hablar, o diciendo solo lo necesario. Cada sábado volvía a la casa escuchando el resultado del partido en la radio del auto. Entraba y le daba un beso en la frente a la mujer rubia y bien peinada. Unas horas más tarde se acostaba con el pijama gris, a su derecha estaban las pantuflas, debidamente alineadas, a su izquierda estaba la mujer rubia y bien peinada.

Por fin le llegaba el domingo, el día ideal para ser el párroco de su pequeño pueblo, a las afueras de todo. Se levantaba con el gallo y después de leer levemente los diarios se dirigía a la iglesia que en el siglo XIV había servido de fortín a los campesinos del lugar. Por el camino saludaba a la señora Eugenia y conversaba sobre el partido de ayer con el chiflado de Julián. Abría la gigantesca puerta de madera y se dirigía al altar, santiguándose entre rezos llegaba a la sacristía donde se calzaba la sotana y ya en el atril preparaba la Biblia abierta en San Mateo 21-12. Mientras esperaba a los fieles recordaba sus años en el seminario, sus trastadas con Javier, su vela encendida. En pie, y con la voz suave y profunda alentaba a los cristianos a creer en sí mismos, a tender la mano al forastero, a ser bienintencionado con sus parejas, a recordar el verdadero mensaje. Por las tardes salía a pasear y resolvía los problemas de la gente que siempre se le acercaba. A veces casaba enamorados. Por las noches, en la soledad de su zaguán, y con la Biblia abierta en San Mateo 21-12 se preguntaba dónde había quedado el voto de pobreza, dónde estaría enterrado Javier, y sobre todo, dónde diablos se había marchado Dios.

Y así siguió durante largo tiempo. Fue hipocondríaco, ladrón, novio, cadáver, político, argentino, cineasta fracasado, pervertido, verdugo, panadero.
Un domingo, y sin aviso, cinco minutos antes de despertarse, recibió la llamada de Jimena. Nunca se volvió a saber nada de él en el barrio.



Valo, Gabriel, Nahuel y Kico - Diciembre de 2005, en base a una idea de Alvaro Gomez Díaz (Valito pa' los amigos :P)

17 de septiembre de 2006

Vos sabés cómo me siento?

Ahí tenés el libro que nunca leí
Ahí tenés las palabras que nunca dije
Ahí tenés el camino que nunca recorrí
Ahí tenés los sueños con que reemplazaré mis sueños
Ahí tenés la alegría tan escasamente expresada
Ahí tenés las lágrimas...
las lágrimas que derramamos
Ahí tenés el miedo
Ahí tenés el espanto
Ahí tenés las luchas en mi cabeza
Ahí tenés los años que hemos desperdiciado
Ahí tenés lo que representan
Y ahí tenés como me siento!
Vos sabés cómo me siento?
Porque no creo que sepas cómo me siento…
No creo que sepas cómo me siento
No creo que sepas cómo me siento

No tenés idea de cómo me siento

Why (fragmento) - Annie Lennox

15 de septiembre de 2006

Ejercicio para quererse

Cerrá los ojos, dijo ella, sentite cómodo, relajate. Te voy a decir unas cosas y tenés que escucharlas, incorporarlas, con serenidad, con paciencia, con amor hacia vos, y comenzó a hablar.
Cuando calló, luego de unos minutos, yo sentía mis ojos húmedos... más que húmedos, a punto de estallar. Mi mano izquierda resucitó un viejo y –creía- olvidado tic que mueve el pulgar. Por unos instantes me concentré en recuperar el ritmo de la respiración. Estaba feliz, cómo negarlo! Pero a la vez sobrepasado, abrumado, asustado.
La pregunta típica no se hizo esperar; la respuesta fue instantánea, seguramente porque alguna parte de mí, cada vez menos inconsciente, esperaba aquella y preparaba ésta. Me ví sentado en una silla, no esa en la que estuve frente a ella: otra, con una significación que estoy comprendiendo recién ahora –siempre tan tarde mis razonamientos.
Esa silla y ese rincón es hoy por hoy mi lugar y desde el cual abro y cierro todas las ventanas de mi reducido mundo; entro y salgo cuando puedo (ya quisiera reemplazar el “puedo” por el “quiero”), es mi refugio y mi plataforma, es mi color naranja, es mi halo, es mi reflejo, es mi catarsis. Es el tren que me lleva a vos, es el jet que me trae de regreso (así la relatividad tiempo-sentimiento).
A esa silla me vi llegando sin saber cómo, sin sentirlo, sin proponérmelo pero sin dudarlo. No me sorprendí sino hasta recién, de haber llegado a ella.
En esa silla encogí las piernas, abracé mis rodillas y bajé la mirada. El resplandor de las palabras, la lluvia de conceptos, el granizo de afecto, me llevó a hacer pantalla primero con la mano, luego con el brazo completo. No quería dejar de mirar y a la vez necesitaba esconderme y a la vez quería creer y a la vez me costaba y a la vez se me aflojaban los huesos y a la vez me hervía la sangre y a la vez...

Soy una paradoja caminando perdida por la ciudad que espero y anhelo. Soy una de las dos almas que nadan en esa pecera de la canción, año tras año, sobre los lugares de siempre, encontrando continuamente los mismos viejos temores.
Y no se cómo hice para llegar desde la ciudad a una cálida playa del caribe...
Soy un ser miserable y harapiento sentado sobre un antiguo arcón lleno de oro pero siento que lo que se mueve dentro no es el reflejo dorado de mi tesoro... creo que son escorpiones.

10 de septiembre de 2006

Mi lugar

Lo voy a pintar con látex, colores pastel claritos. En cada ambiente habrá un porta sahumerios listo. Las ventanas estarán abiertas día y noche en verano; me refugiaré tras sus maderas al regresar, en invierno.
Iré llenando alacenas y anaqueles. Una botella de chardonnay lista en la heladera por si llega la ocasión.

Y en ese rincón especial, con almohadones, luces tenues y la música que nos gusta, me sentaré a imaginar lo lindo que habría sido que estuvieses a mi lado. Comenzaré a extrañarte quizás antes de conocerte, antes de una noche juntos, antes de un amanecer entre sábanas a estrenar y besos eternos, antes de enredarme para siempre en tus cabellos, antes de la última bocanada entre tus brazos, antes de la última gota de tu boca, antes del último latido de mi amor.

Humo!!

Atenti vecinos!!! Cierren las ventanas!!!!















Gabriel está haciendo asado!! :S :S

9 de septiembre de 2006

Feliz cumple bajo la alfombra

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Sabía que iba a llegar este momento y no iba a encontrar nada digno que decir. Digno de qué, podrán preguntarme. No se, es mi deber responder.
Un día como hoy, hace dos años (si me preguntan, ya mismo les digo que me parece un siglo) abría este espacio propio, luego de haber pasado por un par de comunidades virtuales invitado por Yor.
En ese entonces, me propuse meter en este lugarcito las cosas que me pudieran ir saliendo, como esbozos, sombras de ideas, pálidos reflejos de lo que se supone es mi intento de explotar mi pretenciosa veta literaria.
No alcanzó los objetivos, es la frase que se me ocurre de una y hasta puedo ver a la profe de literatura de tercer año blandiendo un Martín Fierro y mandándome al pasillo hasta que termine la hora por reírme de un soneto de Lope de Vega.
Esto, que comenzó llamándose “Desde la cuna hasta la tumba” y pasó a ser “Barrido bajo la alfombra”, no es ni diario personal aunque por ahí cuento mis cosas cotidianas; ni noticiero aunque por ahí se me escapa una data con pretensiones informativas; ni foro aunque cada tanto intentamos sacudir nuestras capochas esperando que tal vez de casualidad caiga alguna idea; ni panfleto político aunque mi lado zurdo ya ha quedado debidamente expuesto; ni trinchera aunque mis buenas batallas he librado al momento de decidirme a poner tal o cual cosa... En suma, y como alguien me dijo alguna vez: la mayoría de los que estamos en ésto buscamos algo más que escribir y leer. Y bien: lo conseguí. Conocí muy buena gente, sin desperdicio. Poca cantidad pero mucha calidad. No voy a dar nombres porque mi frágil ram me puede hacer pasar un bochorno, pero sepan que todos los que pasaron por este lugar tienen un rincón reservado en mi corazón por el sólo hecho de haberme prestado unos segundos de atención. Ni hablar de los que estuvieron conmigo más de unos minutos, de los que me prestaron sus orejas, de los que me abrieron su corazón, de los que me llenaron de opiniones –pedidas o no, pero valiosas todas- de aquellos a quienes pude haber servido de hombro para llorar o para reírse, para descargar furias o para susurrar pesares.
Hoy lamento algunas ausencias y bienvengo otras presencias e intento mejorar cada día, ya no lo que tenga que ver con lo que pueda escribir, sino más bien con ser mejor yo como persona y tener que lamentar menos pérdidas que hasta ahora, de aquellas personas que lastimé con mis opiniones o silencios, con mis participaciones o con mis olímpicas borradas.
La vida siempre te da revanchas y hoy vengo humildemente a solicitar otra vuelta. Insert coin y a seguir jugando.
Gracias a todos.

7 de septiembre de 2006

Golf

Sshhh... qué decís... no tengas miedo que no nos ve nadie. Y si nos vieran qué nos van a hacer, a lo sumo nos piden de malos modos que nos vayamos...
Entremos por esta parte del alambrado que parece que todos se mandan por acá, sino mirá cómo están vencidos estos hilos.
Dale, ahora rápido hasta los primeros pinos y de ahí vemos, total, una vez que nos metemos en el cono de sombra ya la tenemos cocinada... dale, te juego a ver quien llega primero.

Qué encontrast..? ah, que justo! Cómo la viste? A ver?
Que blanca que parece a la luz de la luna! Y sí, acá en una hora y mirando siempre para abajo podés encontrar como cuarenta de esas... dale, jugamos a ver quién acierta la cantidad de pelotitas que encontramos? Yo ya dije cuarenta y vos? Sólo 10? Por qué esa mala onda? Bueno, dale, empecem... qué?

Qué... (te está tomando de la mano, parece que tiene miedo. Podés sentir si tiembla? Sí? Tiembla? Ahora decime, podés distinguir rápidamente -pero tiene que ser YA- si es miedo, frío o emoción? El miedo y el frío no son emociones? No me vengas con pavadas gramaticales, fijate en los ojos. Me mira... me mira la boca, se acerca despacio, sigue temblando... no dice nada... ahora tiemblo yo también... nos vamos a besar... puedo sentir su aliento, es dulce, suave... y se confunde con su perfume. Está contando... ahora lo noto, recién cuando va por el seis me doy cuenta... está contando del 10 para abajo y ya cuatro (por eso dijo 10 pelotitas, era un juego de palabras! –o de números- como un tobogán, como tender la red bajo el salto) tres, Dios mío que hermosa es, no lo había notado (bueno sí, lo había notado, de hecho no estaríamos acá en uno de los tantos bosquecitos de pinos que hay en el campo de golf si no me gustara, no la habría llamado y la coca y el helado si no la hubiese visto bien y dictaminado que me gustaba) dónde estaba? Ah, sí... en los bosques miniatura, le dije que iríamos en busca de los duendes, sabías que en los pinos viven los duendes? Sentís? Ahí! Sshhh... escuchá... No lo oíste? Mirá! Ahí! Esa sombra... no lo viste? Era un duende... te juro... mirá... dos, mirá estos carboncitos, estuvieron de fogón, sabías que se tienen que cuidar y no cantar muy fuerte porque los perros escuchan sus voces? Sí, son frecuencias subhumanas (se dice así? No se, pero me parece que vas a tener que remarla y rápido, acaba de decir uno) Dios! Está tan cerca y no me saca los ojos de la boca... ya no la puedo enfocar, alcanzo a notar que cierra los ojos, yo también los cierro, el mundo da vueltas, el calor de su boca es embriagante, ni hablar del gusto y la textura de su lengua y no entiendo de dónde salen tantos colores si tengo los ojos cerrados, será de los suyos? Será de su respiración entrecortada? Será la bruma que de pronto empieza a cubrir el campo? Será que sus manos en mi cuello pincelan mis sentidos? Será su cintura en mis manos, su espalda en la punta de mis dedos, sus pechos rozando el mío y percutiéndome el temblor y los latidos acelerados? Será la sangre que corre ¡todos a sus puestos! que llena de acuarelas mis pupilas guarecidas?

Hay una pelotita de golf en el suelo, junto a uno de los pinos. La imagen se eleva un poco. Solo un poco, lentamente. Se puede ver tras el horizonte de la pelotita dos pares de huellas en la resaca y más allá, en el pasto húmedo de rocío, ellos se van de la mano, casi corriendo, casi jugando de nuevo, casi buscando un nuevo refugio en el próximo bosquecito.
Uno, dos, tres, cuatro... cinco pares de manos comienzan a hacer fuerza sobre la pelotita para hacerla rodar y conducirla hacia un hueco que recién ahora acabamos de ver a unos centímetros más allá de las primeras huellas. La sombra del lugar no nos deja ver más que unas siluetas diminutas, casi de la misma altura que la esfera que logran mover con esfuerzo. Tampoco podemos escuchar que están riendo con una risa cómplice y distendida. La pelotita tratada especialmente en su reino subterráneo ha vuelto a funcionar. Siempre lo hizo, no veo por qué íbamos a dudar esta vez.

6 de septiembre de 2006

Holy Lamb - Song for harmonic convergence (Cordero de Dios - Canción para una convergencia armónica)

Las instrucciones son las de siempre, si me permitís el consejo. Un buen sillón, silencio en la sala, luces tenues, sahumerio o incienso, auriculares... un cafecito o té.

Una voz privilegiada, una instrumentación sobria y precisa y una composición que cierra el disco Big Generator y te deja con ese fresquito más bien helado que te recorre la columna vertebral y, al menos a mi, me entrecorta la respiración y me humedece los ojos.


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Holy lamb
see the world we stamped
it is so low again
Like a light that's lost
upon the stage
so the more it shines,
it goes away

Surely then
see the curtain rising to show us
once again
all the magic of the earth
and the skies.

See, the more we find
the more we realize
that every time
we see the laws of nature
keep telling us like a friend

It's the spirit of emotion
dancing to the wind
High above
high above
so sure inspired again

I can tell a new story now
Can we see through this mask
of uncertainty? Surely now
How can it be so hard
when all there is to know?
Don't be afraid of letting go
it takes a loving heart
to see and show
this love
for our own ecology

Hold the light
hold the light
Out of love we'll come
a long long glorious way

At the start of every day
a child begins to play
and all we need to know
is that the future is a friend
of yours and mine

Cordero de Dios
mirá el mundo que dejamos
tan deprimido otra vez
Como una luz que se perdió
sobre el escenario
cuanto más brilla
más se apaga

Seguramente, entonces,
veremos levantarse el telón
para mostarnos una vez más
toda la magia de la tierra
y de los cielos.

Mirá, cuanto más descubrimos
más nos damos cuenta
que una y otra vez
las leyes de la naturaleza
nos siguen tratando como amigos

Es el espíritu de la emoción
danzando en el viento.
En lo alto
en lo alto
inspiradísimo nuevamente

Hoy te puedo contar algo nuevo
Podemos desenmascarar esta
incertidumbre? Ahora sí.
Cómo podría ser tan difícil
con todo lo que resta por conocer?
No tengas miedo de dejar ir,
solo se necesita un corazón que ame
para ver y mostrar
este amor
por nuestra ecología

No apagues la luz
no apagues la luz
Del amor crearemos
un largo y glorioso camino

En el amanecer de un nuevo día
un niño comienza a jugar
y todo lo que necesitamos saber
es que el futuro es nuestro amigo

Autor: Jon Anderson
Intérprete: Yes

5 de septiembre de 2006

Farookh Bulsara - 60 años


fredy1

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Empty spaces, what are we living for?
Abandoned places, I guess we know the score
On and on, does anybody know what we are looking for?
Another hero, another mindless crime
Behind the curtain, in the pantomime
Hold the line, does anybody want to take it anymore?

The show must go on,
The show must go on
Inside my heart is breaking
My make-up may be flaking
But my smile still stays on.

Whatever happens, I'll leave it all to chance
Another heartache, another failed romance
On and on, does anybody know what we are living for?
I guess I'm learning, I must be warmer now
I'll soon be turning, round the corner now
Outside the dawn is breaking
But inside in the dark I'm aching to be free

The show must go on
The show must go on
Inside my heart is breaking
My make-up may be flaking
But my smile still stays on

My soul is painted like the wings of butterflies
Fairytales of yesterday will grow but never die
I can fly, my friends

The show must go on
The show must go on
I'll face it with a grin
I'm never giving in
On with the show

I'll top the bill, I'll overkill
I have to find the will to carry on
On with the
On with the show

The show must go on...

fredy




anyway the wind blows...

4 de septiembre de 2006

Domingo por la madrugada

Suena el teléfono.

Suena... suena...

Apenas puedo abrir los ojos para mirar de reojo el reloj, no sea cosa que el terrible resplandor de la mortecina lamparita me desvele.
Camino hasta el living arrastrando los últimos jirones de un sueño confuso.

"Hoolam...?"
A duras penas y recién en la última sílaba creo reconocerte. Me extraña tu voz a esta hora. Tu voz grave, soñolienta, conteniendo la risa porque sabés lo que implica una llamada a esta hora.
"Vos me podes venir a buscar?"
"Dónde estás?"
"En R.,... en P. y L.".
Miro fugazmente por la ventana. Aún no terminó de amanecer y llueve.
"Vos viste la hora que es?"
(Tu risa contenida, mordiéndote el labio inferior... la puedo ver.)
"Ya voy... te llevo un abrigo, me imagino que no te llevaste nada"
"Imaginás bien... gracias, te espero".

A medida que los grises lotes de luz de la casa penetran en mi semiconsciencia, alcanzo a recordar vagamente: anoche, antes de salir con tus amigas pasaste a mostrarme como te quedaba el nuevo corte de pelo; apenas pude resistir el dolor de tu hermosura golpeando en mis viejos y cansados sentidos.
No me molesta vestirme rápido y tomar un trago de jugo a las apuradas, junto a la heladera. Sí me molesta (sólo un poco) mojarme camino al estacionamiento para sacar el auto, pero no me escuchás y nunca te lo voy a decir, más bien imaginate que rezongo...
En 20 minutos llego. Estás con dos amigas charlando con el portero del edificio, del lado de adentro, a cubierto del frío de la madrugada y de la lluvia que en este momento arrecia. Suben al auto corriendo y riendo. Saludos, presentaciones fugaces a través del retrovisor. Sonrisas, resacas insinuadas en miradas esquivas, perfume y cigarrillo. Damos un par de vueltas por el centro, enredando manos y contramanos, en la tarea de dejar a tus amigas en sus casas. Después de dejar a M., la última y la más risueña, reclinaste el asiento a mi lado y te acurrucaste con el piloto forrado en piel sintética que te había llevado, como si fuera la manta de tu cama. Tus zapatos de taco alto cayeron en el piso. Subí un poco más la calefacción y puse a andar el disco de Mozart que ya tiene residencia fija en mi reproductor de cd. "Con eso me duermo" me dijiste con los ojos ya cerrados. "Igual te vas a dormir" te contesté sin dejar de mirar la calle gris y resbaladiza. Me acariciaste el brazo derecho, apoyado en la palanca de cambios y susurraste un "Gracias" con lo último que te quedaba de voluntad. A los 15 segundos ya estabas respirando profundo y soñando vaya a saber qué.
Te despertaste en la puerta de tu casa y casi con los últimos compases del Soneto en La K331 “alla turca”. "Es la musica de Cha Cha Cha!” Me dijiste sorprendida. “Che, está bueno el disco... me lo prestás?" me pediste con una sonrisa mientras te desperezabas. Te di el disco sabiendo que nunca lo ibas a escuchar y que pasaría un buen tiempo hasta que lo volviera a ver. Te hice jurar que me lo cuidarías aún sabiendo que jurar en vano es pecado. "Qué mierda!" me dije para mis adentros- "Ya es pecado todo lo que vine pensando mientras te veía dormir!" Antes de bajarte me diste un beso en la mejilla y me repetiste "Gracias, Gaby... esta tarde te veo y te cuento". Olías a alcohol y a perfume caro y yo me sentí tan bien de solo saber que por un rato dormiste a mi lado, que tardé en bajarme del auto. Y me quedé hasta que el vidrio se terminó de empañar por completo; el rastro de tu perfume te mantenía a mi lado. Sabía que al bajarme chocaría con el olor al estacionamiento, el frío, la lluvia y un domingo gris, aburrido y eterno; hasta que sea la hora en que te despiertes y pases otra vez a saludar y a robarme un vaso de Coca de la heladera.

3 de septiembre de 2006

Myriam

Estoy buscando a una mujer, tal vez usted la haya visto... aunque no esoy seguro (es más, estoy completamente seguro que NO) que frecuente este lugar o similares.
No, no tengo fotos... a ver... le sirve un retrato hablad...? bueno, usted comprenda, no tengo otra cosa más que su recuerdo...
Sí, sí... su recuerdo. La veo castaña, sabe? cabello color castaño, largo y ondulado; de rostro trigueño suavemente tostado, voz profunda, de adolescente en plena revolución. Cantaba blues a quien quisiera escucharla; viajaba con su guitarra y sus canciones.
Para el tiempo en que la conocí estaba de paso con una amiga de nombre gringo... Gin, o algo así. Sólo la ví un par de ocasiones pero la recuerdo cantando en ese rincón del bar, junto al ventanal que daba a la vereda, bajo las lámparas colgantes, sobre la silla giratoria naranja, las piernas cruzadas y la guitarra sin transporte.
Verá, la juventud en ese entonces parecía eterna, por lo que jamás se me ocurrió preguntarle la edad, pero así a ojo de mal cubero y afilando un lápiz que pocas veces uso, si yo ando pisando los 40, ella anda rondando los 50, año más, año menos.
Si la vio, cuéntele que la ando buscando, no puede estar tan lejos. Dígale que me escriba, que me llame, que me encuentre, que me cuente, que me refresque la memoria, que me pinte los 70 y su magia, porque me los perdí ocupado en esquivar los golpes y las amenazas de mis compañeritos de clase.

2 de septiembre de 2006

Viento en Colón

Los policías en la puerta del súper de Colón y Sucre, el sol cayendo a pleno pero débil, bien de Julio, las calles vacías, las veredas deshabitadas, un par de perros solitarios y dos o tres taxis aburridos, una moto verde flúo en el lobby de un edificio, metida a escondidas del portero, el olor a facturas de la panadería o el olor a yuyo exótico de la santería, los troles que cruzan con chasquidos eléctricos las esquinas desorientadas de invierno, la ciudad toda para nosotros, las galerías desiertas, cerradas y con las rejas puestas, un guardia enfurecido blandiendo una linterna, silogismos, Pert y CPM, tu boca sin lógica binaria, mis manos, logaritmos, Mercedes Sosa ofreciendo prestado el corazón de Fito, el único asensor que parece funcionar es éste, ay, no! ésta no es mi noche, la resonancia de mi voz en esa esquina del living, Kobito's group y el logo del dinosaurio, salchichas con puré y de postre tarta de frutillas, el sol de la siesta pegando en el ventanal, pizza-Risso, Bena lince, luz baja, polenta con paloma, los álamos, play back, virus culín en la declaratives section, tus lágrimas, mi abrazo, lo que nunca fue, lo que pudo ser, el patio del piano bar, dentro y fuera de mí los subterráneos, un llavero volando, la pecera, Mc Gyver...

Ella camina desolada por las desiertas calles de una ciudad seca. Nadie lo nota, pero las mariposas amarillas que la rodean confunden sus ojos con luminarias, perecen en ella y se condenan. No es éste su lugar y se entiende: nadie es de la ciudad que te rompió el corazón.

Y sin saber que quizás a unas pocas cuadras, la mujer, sus mariposas y demás circunstancias, llego yo con cierto temor a la esquina de Sucre y Santa Rosa. Las manos cambiaron, los comercios cambiaron, nuestros rostros cambiaron, nuestro futuro cambiará, nuestro presente ya no es el mismo, but the memory remains...
Pudimos tenerlo todo y elegimos no tenernos el uno al otro. Creo que todo pasó aquella tarde en que, desprevenidos doblamos por Colón a la hora de la siesta y el viento del oeste nos dio de lleno en algún lugar del alma, se llevó los planes y nos voló los intereses en el otro. Desde esa tarde, nunca volvimos a ser los mismos o tal vez sí y justamente dejamos de actuar nuestros personajes y volver cada uno a su querencia.
Ojo con los vientos a la hora de la siesta en Julio por la avenida Colón... suelen traer consecuencias imprevisibles.