Sshhh... qué decís... no tengas miedo que no nos ve nadie. Y si nos vieran qué nos van a hacer, a lo sumo nos piden de malos modos que nos vayamos...
Entremos por esta parte del alambrado que parece que todos se mandan por acá, sino mirá cómo están vencidos estos hilos.
Dale, ahora rápido hasta los primeros pinos y de ahí vemos, total, una vez que nos metemos en el cono de sombra ya la tenemos cocinada... dale, te juego a ver quien llega primero.
Qué encontrast..? ah, que justo! Cómo la viste? A ver?
Que blanca que parece a la luz de la luna! Y sí, acá en una hora y mirando siempre para abajo podés encontrar como cuarenta de esas... dale, jugamos a ver quién acierta la cantidad de pelotitas que encontramos? Yo ya dije cuarenta y vos? Sólo 10? Por qué esa mala onda? Bueno, dale, empecem... qué?
Qué... (te está tomando de la mano, parece que tiene miedo. Podés sentir si tiembla? Sí? Tiembla? Ahora decime, podés distinguir rápidamente -pero tiene que ser YA- si es miedo, frío o emoción? El miedo y el frío no son emociones? No me vengas con pavadas gramaticales, fijate en los ojos. Me mira... me mira la boca, se acerca despacio, sigue temblando... no dice nada... ahora tiemblo yo también... nos vamos a besar... puedo sentir su aliento, es dulce, suave... y se confunde con su perfume. Está contando... ahora lo noto, recién cuando va por el seis me doy cuenta... está contando del 10 para abajo y ya cuatro (por eso dijo 10 pelotitas, era un juego de palabras! –o de números- como un tobogán, como tender la red bajo el salto) tres, Dios mío que hermosa es, no lo había notado (bueno sí, lo había notado, de hecho no estaríamos acá en uno de los tantos bosquecitos de pinos que hay en el campo de golf si no me gustara, no la habría llamado y la coca y el helado si no la hubiese visto bien y dictaminado que me gustaba) dónde estaba? Ah, sí... en los bosques miniatura, le dije que iríamos en busca de los duendes, sabías que en los pinos viven los duendes? Sentís? Ahí! Sshhh... escuchá... No lo oíste? Mirá! Ahí! Esa sombra... no lo viste? Era un duende... te juro... mirá... dos, mirá estos carboncitos, estuvieron de fogón, sabías que se tienen que cuidar y no cantar muy fuerte porque los perros escuchan sus voces? Sí, son frecuencias subhumanas (se dice así? No se, pero me parece que vas a tener que remarla y rápido, acaba de decir uno) Dios! Está tan cerca y no me saca los ojos de la boca... ya no la puedo enfocar, alcanzo a notar que cierra los ojos, yo también los cierro, el mundo da vueltas, el calor de su boca es embriagante, ni hablar del gusto y la textura de su lengua y no entiendo de dónde salen tantos colores si tengo los ojos cerrados, será de los suyos? Será de su respiración entrecortada? Será la bruma que de pronto empieza a cubrir el campo? Será que sus manos en mi cuello pincelan mis sentidos? Será su cintura en mis manos, su espalda en la punta de mis dedos, sus pechos rozando el mío y percutiéndome el temblor y los latidos acelerados? Será la sangre que corre ¡todos a sus puestos! que llena de acuarelas mis pupilas guarecidas?
Hay una pelotita de golf en el suelo, junto a uno de los pinos. La imagen se eleva un poco. Solo un poco, lentamente. Se puede ver tras el horizonte de la pelotita dos pares de huellas en la resaca y más allá, en el pasto húmedo de rocío, ellos se van de la mano, casi corriendo, casi jugando de nuevo, casi buscando un nuevo refugio en el próximo bosquecito.
Uno, dos, tres, cuatro... cinco pares de manos comienzan a hacer fuerza sobre la pelotita para hacerla rodar y conducirla hacia un hueco que recién ahora acabamos de ver a unos centímetros más allá de las primeras huellas. La sombra del lugar no nos deja ver más que unas siluetas diminutas, casi de la misma altura que la esfera que logran mover con esfuerzo. Tampoco podemos escuchar que están riendo con una risa cómplice y distendida. La pelotita tratada especialmente en su reino subterráneo ha vuelto a funcionar. Siempre lo hizo, no veo por qué íbamos a dudar esta vez.