27 de junio de 2007

Crossroads



Casi un siglo había pasado, década más, década menos. Llegó al cruce de caminos y detuvo el auto, que quedó tosiendo vapor en medio del desierto. Antes de descender miró al asiento trasero como para asegurarse que ella seguía allí, descansando un justo sueño, serena y melodiosa, tras la inevitable tensión que se adivina al primer vistazo. No hizo ruido la portezuela al cerrarse como tampoco hicieron ruido sus suelas en el polvo del camino.
Miró su reloj y trató de establecer una coordenada con el sol y el horizonte. Un ave chilló molesta, a lo lejos, y los cables comenzaron a silbar. “Mi”, se dijo en silencio, e improvisó mentalmente una frase en esa escala. Increíblemente, el viento siguió soplando en la misma nota por unos cuantos segundos más. Lo tomó como una señal.
De repente, decenas de aves hasta entonces invisibles, ocultas en el chato pastizal, levantaron vuelo en un estruendo de alas chasqueando el aire caliente de un atardecer naranja. El cabello de su nuca se erizó y un escalofrío le recorrió la espalda. Giró y allí estaba. No había otras huellas en el piso, no había sombra a sus pies... ya no había blues entre los cables y su mente.
El recién llegado sonrió y el sol se escondió tras un delgado listón de nubes azul profundo. Lucía estrafalario y no era ninguna sorpresa: camisa de jean abotonada hasta el cuello, un moño metálico con forma de cráneo de vaca, saco rojo largo y bordado en dorado, jeans azules gastados, botas texanas de piel de serpiente, al igual que el sombrero de cowboy de Hollywood.
Pisó el cigarrillo con su bota izquierda y sin dejar de mirar al suelo lanzó –despacio- el humo por la nariz.
—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó mirando los cables silenciosos.
Él, calmo como tres minutos antes de una tormenta de Noviembre miró distraídamente hacia el auto.
—Supe la historia de Johnson y quise saber cuánto había de cierto en ella... y cuánto de basura —y lo miró –desafiante- a los ojos, aunque sin encontrarse con la otra mirada.
El otro, mano en el bolsillo, miró alrededor un tanto inquieto, aunque suene increíble. Luego de una larga pitada al cigarrillo (nunca se pudo ver en qué momento lo encendió) miró hacia arriba en su mente, haciendo memoria.
—Oh, si... Bobby Johnson, lo recuerdo. No fue el único... ni el primero. —Cabeceó en dirección al auto y preguntó:
—¿Qué llevas ahí dentro?
—Una Les Paul ’59...
El Diablo –porque de él se trataba- soltó una estruendosa carcajada abriendo las fauces hacia el cielo. Los cables aullaron, otra vez en Mi.
—¡Mentira! —Dijo sin dejar de reír. —Tú no tienes una Les Paul ’59... eres un niño aún. Sigues yendo con mami a comprar esas camisas ridículas que usas en la escuela... apuesto que jamás te han ensuciado alguna con lápiz labial. Además... ¿Aquí? ¿En el sur del planeta? —Ahora su mirada era grave, maligna, poderosa. —Si no tienes nada mejor que hacer... —por fin acercó su rostro al del joven. Olía a ajenjo y sus ojos, tras las finas y elegantes lentes esmeralda, eran amarillentos. —Déjame en paz, ¿quieres?
Volvió a pisar la nueva colilla con la punta de la bota y giró para marcharse.
El joven, sin alterarse pero haciendo un esfuerzo por respirar aire fresco, habló a la espalda del Diablo.
—Ambos sabemos que tengo poco tiempo, así que no actués. ¿Qué es esto de que soy demasiado chico? ¡Como si fuera un inconveniente! Y dejá de hablar como en una película barata doblada en Méjico. Y sí, esto es el sur del planeta, hablamos de otra forma... y aquí también hay blues y Les Paul. ¡Y quiero ser el mejor!
El demonio se detuvo. Antes de girar en dirección al joven volvió a mirar de reojo hacia el auto.
—Así que quieres ser el mejor...
—Sí.
—¿Sabes? Hay algo que se llama talento...
—¡Y lo tengo! ¡Mierda! Pero no soy el único talentoso por aquí, es por eso que vine a este cruce y traje mi guitarra. Nadie más lo sabe, ni lo sabrá. ¡Ahora decime de una vez qué hace falta!
—Al final siempre se sabe —dijo Lucifer fumando otra vez y sin inmutarse por la actitud amenazante del joven frente a él. —No es ningún secreto. Okay, si tanto lo quieres solo tienes que decir “Deseo ser el mejor guitarrista de blues del sur del planeta”. —Se bajó las gafas hasta la punta de la nariz y lo miró de cerca. Esta vez sus ojos eran rosados, igual que las lentes. Levantó una ceja y sonrió con malicia: —No olvides dejar el alma en tu deseo... —Y estalló en una carcajada que resonó por toda la planicie levantando polvo y espantando animales.
El Diablo se alejó unos pasos, pateando distraídamente una piedra chiquita y sacando chispas con otra.
—¡Vamos, te escucho!
El muchacho tragó saliva. De pronto toda su seguridad pareció tambalear. Se sentía mareado. El lugar comenzó a dar vueltas, anochecía y amanecía con una velocidad pasmosa, el sol era un electrón danzando loco en su órbita, el viento de los giros lo despeinaba y le sacudía la remera.
—Deseo ser el mejor guitarrista de blues de.... la Tierra —dijo cerrando puños y ojos, apretando dientes.
El piso tembló en ese momento y los giros cesaron. El Diablo estaba frente a él con los brazos en cruz, orientados con el camino de tierra, perpendiculares al asfaltado. Una bola de luz roja surgió de su mano izquierda, se estrelló en el parabrisas del auto, que voló en mil fragmentos y continuó directamente hacia el estuche que reposaba en el asiento trasero, lo perforó y se apagó. Otra bola de luz roja surgió de su mano derecha y entró por la boca abierta del chico, lo sacudió en un espasmo violento y lo levantó del piso unos centímetros. A los pocos segundos cayó sobre el camino y de desplomó sobre un costado. En posición fetal, se retorcía de dolor y lloraba en silencio.
Cuando se recuperó, el otro ya no estaba. Tres pájaros se posaron sobre los cables pero volvieron a tomar vuelo hacia el poniente. Miró hacia el auto y no se sorprendió de verlo con el parabrisas sano, intacto. Caminó con dificultad tomándose el vientre con las manos (le dolía terriblemente). Se asomó por la ventanilla del conductor. El estuche estaba sano pero abierto. Un destello rojizo nació de las cuerdas y notó que la primera y la sexta vibraban sutilmente. Sacó la cabeza fuera del auto y se volvió hacia los cables. Volvían a sonar en Mi, como la risa del Diablo, como la mejor nota de un blues.





Crossroads (Robert Leroy Johnson)
I went down to the crossroads,
Fell down on my knees.
I went down to the crossroads,
Fell down on my knees.
Asked the Lord above for mercy,
"Save me if you please."

I went down to the crossroads,
Tried to flag a ride.
I went down to the crossroads,
Tried to flag a ride.
Nobody seemed to know me,
Everybody passed me by.

I'm going down to Rosedale,
Take my rider by my side.
I'm going down to Rosedale,
Take my rider by my side.
You can still barrelhouse, baby,
On the riverside.

You can run, you can run,
Tell my friend-boy Willie Brown.
You can run, you can run,
Tell my friend-boy Willie Brown.
And I'm standing at the crossroads,
Believe I'm sinking down.






21 de junio de 2007

De otros mundos (parte IV)

Toda manifestación de vida, tal como la conocemos, es algo increíblemente complejo y a nuestra forma limitadísima de ver, milagrosa. Eso no es ninguna novedad. Allí donde haya vida siempre habrá una precisa y sabia mezcla de magia y realidad que nunca vamos a poder medir, pero sí podemos llegar a comprender, con una generosa apertura de miras y de corazón.
Trataré de usar términos a los que estamos acostumbrados, aquellas palabras que dentro de mi ignorancia, puedan graficar lo mejor posible, aunque más no sea de manera arquetípica y pondré esas palabras de referencia en cursiva.
La vida aquí es tan sencilla y compleja a la vez como en cualquier rincón del universo. Existen diferentes estadíos, varias dimensiones, distintos pasos por un cuerpo denso, como el nuestro, entidades que necesitan manifestarse en varias dimensiones a la vez. Pero vayamos al hecho concreto de estos seres increíbles.
Sus cuerpos densos son, en un promedio, una vez y media los nuestros. El cuerpo es de una composición extremadamente dura para lo que estamos acostumbrados (podríamos compararlo con hierro) pero a la vez muchísimo más flexible que los nuestros. No poseen esqueleto y son pocas las vísceras (órganos huecos). Pero el desconcierto es total cuando tocamos estos cuerpos y los notamos de una suavidad tal que bien nos remite a la piel de un bebé humano. Y, como dicen los vendedores de colectivos, como si esto fuera poco, poseen una capacidad de adaptación increíblemente desarrollada. Como ejemplo, podemos citar que los vehículos de transporte que se construyen son un pasatiempo más que una necesidad. Estos seres pueden volar a cualquier velocidad y en cualquier dirección prácticamente desde que son adultos (ya llegaremos a explicar las etapas de desarrollo), por el mismo método de generar un espacio de gravedad cero y caerse allí.
La sexualidad no existe aquí como una cuestión divisoria, marcada, notable, necesaria. Si bien todos los seres son distintos y, como en nuestro caso, nunca se dan dos exactamente iguales (aunque sí similares como nuestros gemelos), no existe una separación de género.
Ya vamos a lo que tanto les interesa... si los conoceré!
El placer es algo que aquí se vive permanentemente, como respirar o alimentarse. No es que todos anden con cara de orgasmo todos los días y sus noches, pero es tan común y simple sentirse bien que hasta nos cuesta habituarnos. Y la sexualidad es lo de menos, basta un simple acuerdo y la adaptación es instantánea, alguno será hembra y otro será macho y hasta se puede intercambiar en cualquier momento. El placer por el contacto físico es solo un paso previo a lo verdaderamente importante: el intercambio emocional. Allí la comunión es total, nada queda insatisfecho, nada queda en silencio, nada queda sin sentir, la empatía es completa. Nuestros humanos orgasmos son algo así como el sentimiento más precioso y preciado, pero los intercambios emocionales tan extremadamente puros de esta gente nos dejan con la sensación que nos estamos perdiendo un noventa por ciento o más.
De todas formas, estos intercambios nada tienen que ver con la reproducción ya que la misma se da por una especie de clonación. Podríamos decir que más que padres e hijos, son todos una gran familia de hermanos. Las familias se constituyen en el tiempo que lleva la planificación de la nueva vida. En determinado momento de sus vidas sienten un llamado y sin ningún tipo de duda o desconcierto y mucho menos de negativas, acuden a la vez que comienza, por dentro, una transformación trascendental en cada uno de los convocados.
La vida a punto de encarnarse es la que realiza, junto con los maestros guías, este llamado a quienes serán la familia casi pasajera, en términos de tiempo y en formalidades similares a las nuestras. Trataré de explicar.
Cada vida, igual que pasa con las nuestras, tiene un objetivo, una misión, un aprendizaje (bueno, no siempre es uno solo, pueden ser más), un motivo particular por el cual descender el nivel de vibración y manifestarse en un mundo denso. Para lograr esto, se necesita determinado ámbito, parientes, región geográfica, religión (no acá, ese concepto no existe), coyuntura social, etc., etc. Esa convocatoria suele reunir a personas que tranquilamente pueden ser vecinos o completos desconocidos y que de repente se ven envueltos en roles fundamentales en la vida que se está por gestar. Mientras el llamado tiene su curso, comienzan a manifestarse en esta gente los planes y objetivos de la nueva vida. El nombre, el aspecto, la posición en la sociedad, las habilidades, la condición para los afectos y mil cosas más que definen a esta personalidad única e irrepetible. Es como darles a los actores que van llegando a un gran casting, el libreto de la obra. No hay palabras para esto, no hay acuerdos del tipo escrito, ni siquiera del hablado. Sencillamente se van re-conociendo y entrelazando sus vidas bajo las precisas directivas de la nueva vida y sus guías. Cuando está todo dispuesto, el ser padremadrehermano que dará origen a la clonación comienza a experimentar una transformación sorprendente: en la zona del bajovientre va creciendo un apéndice que en cuestión de 8 a 10 horas toma la forma de un huevo y en un momento determinado se desprende. Este huevo, que exteriormente tiene la misma piel que el ser del que se desprendió, va tomando su forma definitiva en casi el mismo lapso (de 8 a 10 horas, nuestras siempre) pero de un tamaño menor. Cuando la criatura está lista, mide cerca de un metro y apenas pasaron 20 horas. En poco tiempo, el tiempo que le lleva ponerse en condiciones físicas de desplazamiento y acostumbramiento de los miembros y órganos sensitivos, va incorporando a su vez los conocimientos básicos de alimentación, comunicación, composición familiar, etc., etc. y lo que es más importante: una especie de sellado final con las instrucciones acerca de su misión en esta vida, algo que el resto de la familia vino aprendiendo en este tiempo. Y acá viene la parte que nosotros solemos graficar como el beso del ángel del olvido. Cuando este ser está en condiciones de valerse por sí solo (apenas pasadas 30 o 35 horas nuestras) se borra todo el plan en todos los convocados y en el recién nacido. Todo menos las relaciones básicas, los parentescos pactados como básicos, las amistades necesarias, las relaciones primordiales. Pero el plan se olvida y solo permanece latente el objetivo en un rincón de lo que nosotros solemos llamar subconciente, para poder así cumplir con el libre albedrío versus destino. Acá también, la polaridad reina de manera indiscutible e indiscutida y solo aceptándola y aceptando el camino hacia la unidad, se puede decir que se dio un paso importante en el desarrollo de esta entidad en su camino por el mundo denso.







19 de junio de 2007

Los ocho

Nada de instrucciones ni endosos, me ortivé como Pesi aunque también como él, acomodo el tomuer que me dejaron Ceci, Flor, Anubis, etc... gracias chicas, son unas amigas


Multiple choice: Indique cuál o cuales de los siguientes items definen al sujeto que aparece en el perfil, allá a la derecha.

  1. La primera imagen que se llevan de mí es mala, malísima. Un tipo de mal aspecto y pésimo talante, desaliñado, gordo, torpe, guarango. Así que primero conoceme virtualmente o por teléfono.
  2. La imagen que se llevan de mí al verme por primera vez pero después de conocerme virtualmente, es peor que la del punto anterior! Jajaja
  3. El punto número dos es relativamente mentiroso, no soy tan malo ni tan desagradable después de todo.
  4. Me encanta tener sexo, me desespero cuando no tengo sexo por un tiempo (y bueno, soy hombre, ya escucho las opiniones “solo piensan en eso”) y sin embargo es una de las cosas que menos tuve tanto en mis relaciones pre como en mis relaciones matrimoniales. Aunque seguramente todo esto se relaciona con los puntos 1 y 2. Habría que indagar con alguna ex.
  5. Me cuesta horrores, para no decir que me es casi imposible, integrarme a un grupo y más si es de hombres. En un asado o esas típicas reuniones de amigos, matrimonios y otras yerbas, es normal que me encuentren charlando en la cocina con las mujeres que hacen la ensalada que hablando de futbol o autos junto al asador con los varones. O capaz que si estoy cerca del asador con los hombres, estoy a un lado de grupo leyendo una revista o mirando el paisaje (o el culo/escote de alguna soltera). (Bueno, sí... hay casadas que también tienen lo suyo pero bue... uno tiene su moral de vez en cuando, vistes?)
  6. No me sale discutir ni aún teniendo la razón. En ese aspecto soy bien bien Felipe: hasta mis debilidades son más fuertes que yo. Si una charla comienza a tornarse heavy, se me llenan los ojos de lágrimas, se me hace un nudo en la garganta, se me crispan las manos y por lo general exploto de la peor forma, en bronca, en llanto, en gritos, pero la mayoría de las veces en rabia impotente y cobardía, pero eso ya no es explotar, es implotar.
  7. Hasta hace un tiempo creía que el amor en una pareja era para siempre. Hoy ya sé que apenas dura unos cinco a siete años, lo demás es pura costumbre. Lo que no sé es si es mala o buena costumbre, aunque conociéndome, votaría a “buena”. Igual desconfío.
  8. Yo era un tipo divertido y con mucho sentido del humor. Es decir, era un pibe divertido, hace mucho, cuando era “pibe”. Ahora el “tipo” –cuarentón, casi- se hizo un amargado, resentido y cascarrabias. Hace unos días, por casualidad, me lo encontré al “pibe” y me dieron ganas de salir a andar en bici con él y de volver a comer mandarinas y leer sobre ovnis y de volver a creer que en el 2000 llega el futuro y hay que recibirlo vestido de gala y con la mejor de las sonrisas.
  9. Ninguna de las anteriores.
  10. Todas las anteriores.






7 de junio de 2007

Queen...

Just one year of love
Is better than a lifetime alone
One sentimental moment in your arms
Is like a shooting star right through my heart
Is always a rainy day without you
I'm a prisoner of love inside you
I'm falling apart all around you



My lips search for your lips
I'm hungry for your touch
There's so much left unspoken
And all I can do is surrender to the moment
just surrender


Just one year of love
Is better than a lifetime alone
One sentimental moment in your arms
Is like a shooting star right through my heart
Is always a rainy day without you
I'm a prisoner of love inside you
I'm falling apart all around you
And all I can do is surrender





5 de junio de 2007

Boo

Boo no lo sabe...


...pero tantas veces escribe por mí lo que nunca jamás me va a salir de las manos, mucho menos de esta cabeza hueca.


Gracias, nena. Sos increíble :D
Besos.






4 de junio de 2007

Hace un tiempo

Martín tenía dos años y medio en ese entonces y nunca se perdía un capítulo (todos ellos repetidos hasta el hartazgo, pero claro, a esa edad no importa nada) de Tom y Jerry. Así que ahí estaba, en sus dominios establecidos a cuatro metros del televisor, tirado cómodo en un sillón acolchado con los colores de su equipo de fútbol (imposición familiar pero adoptada con gusto a tal punto que más adelante formaría parte de su nombre, siempre que la ocasión lo requiriese: él se llamaba Martín Carnevalli de Boca). Su lugar, junto a la pared que separa la cocina comedor del living -entrada a la casa- solo permite una visual completa, justamente de la cocina comedor. Desde el sillón de Martín no se ve la puerta de entrada. En realidad, Martín, cuando ve la tele no ve ni oye más nada, por más que tuviera una comparsa bailando a su alrededor. Muchas veces, al momento de los avisos comerciales, llegó a preguntarle a alguien que hacía rato estaba a su lado, cuándo había llegado.
Esa mañana, sin dejar de mirar los dibus, preguntó: “Má.. ¿qué quería ese señor?”
“Má” no estaba, había cruzado a hacer unas compras y pese a haber avisado, Martín –claro- ni se enteró. Así que “Pá”, que estaba en la mesa leyendo un folleto que le había traído Martín de la calle, a modo de respuesta preguntó, entre sorprendido y un tanto desinteresado “¿Qué señor, Martu?”. Y Martín, sin dejar de mirar la tele, por supuesto, replicó: “Ese..! El de la gorra color rojo”. Entonces “Pá” relojeó el tele, pensando que algo había pasado en el capítulo de Tom y Jerry y que tal vez el señor de la gorra roja era el tipo de la perrera que cada tanto suele llevarse al perro que defiende a Jerry, pero éste capítulo nada que ver. Y como lo vio tan concentrado en los dibus le contestó casi sin ganas y suponiendo que no iba a prestar atención a la respuesta “Ah.. nada... no te hagas problema” y siguió leyendo el folleto que ofrecía un curso de electricidad del automóvil.
A los dos minutos, suenan tres TOC en la puerta. Martín ni se mosqueó, obvio.
“Pá” se levantó a atender y ahí estaba Julián, el electricista de autos, con su eterna gorra roja (es pelado), avisando que el auto estaba listo y que estaría bueno que le pegara una probada antes de viajar porque vos viste como vienen los repuestos últimamente...






1 de junio de 2007

Mañana

El trato había sido que las mañanas serían de ella. Se levantaba a las seis y media o un poco antes, si podía. Se recogía el pelo, a veces se lavaba la cara, otras veces prefería quedarse un poco más, solo un rato más, hasta la hora de la ducha impostergable, con el dulce olor a sexo de la noche. En el mayor de los silencios posibles, iba hacia la cocina y preparaba té con tostadas, abría las cortinas y persianas y prendía la radio bajito bajito. A veces, si las aves del lugar estaban de humor, callaba todo lo que podía callar y disfrutaba de los trinos.
Él se hacía el dormido por lo menos media hora o más desde que ella se levantara; por más que él, por su maldito sueño liviano, se hubiera despertado mucho antes que ella y hubiera sido quien en definitiva terminaba despertándola de a poco, con caricias en la espalda o en las piernas, con besos suaves en el cuello y en los hombros. Entonces, cuando él notaba que estaba a punto de despertarse se quedaba quieto y se hacía el dormido, respiraba profundo y la sentía levantarse. A veces él se “reacomodaba” en la cama, siempre con los ojos entrecerrados, y la espiaba en el ritual de vestirse, y volvía a estremecerse de amor y deseo por esa mujer increíble, y recorría con la mirada su cuerpo desnudo justo un momento antes de los profanos corpiños y camisas largas, o batas en invierno.
Más tarde ella volvía a la habitación para llamarlo, trayendo tras de sí un hechizante aroma a sahumerio y a mañana soleada. Y él se dejaba “despertar” con palabras cálidas, con susurros de mermelada, con caricias en los brazos. Por unos instantes, mientras los ojos de ella se demoraban en acostumbrarse nuevamente a la penumbra del cuarto, él aprovechaba y le decía, en total silencio pero moviendo bien la boca como quien habla ayudando a las señas en el lenguaje mudo, “te amo”.
Algún día ella lo iba a notar. Mientras tanto no importaba. Es lo lindo de amar a alguien: se puede hacer en silencio y sin que nadie más se entere.
Y él volvía a sentir ese gustito a clandestino, cada vez que en silencio decía su nombre, seguido de un TE AMO. Y suspiraba agradecido como quien despierta de un mal sueño, porque todo eso ya había quedado atrás, pero más que nada por todo lo bueno que había por delante.