23 de septiembre de 2004

Muerte blanca

El la tomó de la mano y la llevó hacia fuera. Bruscamente, como quien corta una hoja de papel sin haberle hecho un pliegue de guía. Una vez afuera la hizo entrar por la puerta abierta de la camioneta. Le dijo que se quede ahí y volvió a dirigirse a la casa. Adentro, la discusión y los gritos volvieron a comenzar y en unos instantes callaron otra vez. Lo vio aparecer con su hermana de la mano y a la rastra, llorando desconsoladamente como lo hizo durante casi toda la larga hora que duró la pelea; metió a su hermana también en la camioneta, rodeó el vehículo por la parte de adelante y subió como una tromba. Las cuatro ruedas giraron urgentes al unísono escarbando en la escoria suelta del camino. La última imagen de la casa quedó reverberando en su cabeza: Su madre llorando, la cara tapada con las manos, apoyada en el marco de la puerta y sosteniéndose a duras penas con la pierna que menos le dolía. Sus manos no solo ocultaban sus lágrimas sino también los ojos enrojecidos de furia, moretones en ambas mejillas y los labios partidos en la comisura derecha.
Cuando la camioneta salió velozmente hacia delante la vida se desintegró como una cortina de arena y dejó tras de sí una negrura insondable. Se rajó el telón de un teatro colosal, con un silencioso estruendo de mil rayos. Las estrellas miraron todas juntas hacia adentro, cerraron sus ojos los ositos de peluche apilados en el rincón de la habitación; Pepe Grillo guardó su violín en el estuche, se cerró de un golpe la puerta del dormitorio y cayó haciéndose astillas en las baldosas. La angustia le quedaba enorme en su pobre corazoncito de leche, le golpeaba por dentro las sienes y ella no entendía de qué se trataba.No sabía cerrar los ojos, en la edad en que todo se aprende mirando. Pero en un lugar desconocido del alma creció de golpe mil años y supo lo que era el dolor, entendió la muerte, comprendió de qué se trataba sufrir. Conoció el incierto escenario de la vida, aprendió el libreto de un solo tirón, se sintió sola frente al infinito y lloró en silencio... con la mirada perdida en los sembrados, en las nubes que se desarmaban velozmente, en el sol que ya no dañaba su vista, en el aroma del campo y las alas de las mariposas, en los colores que conocía y que nunca conoció; con la mente dispersa en los sonidos del viento silbando en el techo, bajo sus pies. Lloró en silencio junto a las voces que la llamaban con otro nombre que no conocía, pero que sabía suyo eternamente; junto a los ángeles de rostros desconocidos pero familiares como la miel y el agua del aljibe; presencias invisibles que le tendían sus brazos y ella volaba sobre su hermana, su padre y su camioneta, viajaba por encima de las casas y saludaba en silencio a su madre sollozando derrumbada en la puerta de su casa. Y ya no sintió dolor, ya no vio con los ojos las lágrimas, los golpes, el miedo y la soledad. Y se dejó flotar junto a las voces que susurraban en el viento. Extendió los brazos y quiso llegar rápidamente por encima de las nubes, de la luna y las estrellas, hacia el sol que no quemaba, hacia la música gloriosa que vivía en su memoria. Y descubrió que ya no tenía el pulgar dentro de la boca. Y se supo Dios y Barro, y se supo vasta y serena como la poesía del universo, y se supo infinita y eterna como los mágicos números celestiales. Y sus manos bajaron hacia la tierra y fue lluvia y fue viento y fue tierra, calor y tormenta; y lavó las lágrimas de su madre y sopló la furia de su padre y calmó la sed de la agrietada garganta de su hermana, cerró sus ojos y calmó su ansia. Y ya no hubo más que lamentar.

21 de septiembre de 2004

Amores no correspondidos

En los tiempos que confundía la candidez con la seriedad, la gravedad de las cosas con las nimiedades -digamos entonces que no hace mucho- al pensar en una cadena de al menos dos amores no correspondidos, rápidamente venía a mi mente una imagen muy gráfica por cierto pero muy poco acorde a tales situaciones. Me decía en silencio: "jé, el típico trencito". Tiempo más tarde, coincidentemente con el descubrimiento de la acepción soez de la palabra "trencito" que poco tiene que ver con el amor que pretenden las gentes de bien, cursaba yo Análisis Matemático y otras menudencias y a fuerza de memorizaciones forzosas y exámenes aprobados demasiado con lo justo, pretendí darle a esa cadena de al menos dos amores no correspondidos un olímpico formato matemático creyendo que con ello ganaría alguna vez un Nobel o al menos una carcajada burlona en mi poco permisivo grupo de amigotes. La sencilla fórmula era más conocida que la ruda y se planteaba mas o menos en los siguientes términos con las correspondientes variaciones nominales: Alejandro amaba a Beatriz per ésta no amaba a aquel. Beatriz (sí, la misma que pretendía Alejandro) amaba a Carlos pero éste no le pasaba pelota. De esta manera teníamos que: AYB y BYC. Pero si se alteraba el orden de los factores la fórmula se destruía. Esta cadena podía prolongarse casi todo el alfabeto sin mayores variaciones. Muy de vez en cuando podíamos esperar una tibia mirada entre P y Q pero sin intenciones más serias. O que por ahí alguna N ni siquiera fuera tenida en cuenta por M ni por L (esto dependía -supongo yo- de la caligrafía ostentada: el amor entra por los ojos, no así el sexo).
La correspondencia amorosa inversa siempre fue escasa, pero cuando se planteaba, por regla general era posterior a la incial y con resultados deprimentes en el mejor de los casos. Cuando no, patéticos.
Una divertida noche de sábado, viendo Discovery Channel, tuve la suficiente hombría y resistencia como para ver casi completo un documental sobre la territorialidad en los canes. Dirán: "qué coños tiene ésto que ver con el amor correspondido tardíamente?" Ya verán.
Jordi (un Labrador) vivía en el 653 de John Doe St. Una amplia casa (indefectiblemente de madera como toda casa yanqui) con su amplio parque y su obligada cerca de madera blanca y sus dominios (los del perro) por la calle John Doe se extendían aproximadamente unas 100 ó 150 yardas para uno y otro lado de la vía independientemente de su abarcación en las zonas traseras y laterales de la manzana en que vivía Jordi.
Stinky (un Setter costilludo de mal aspecto y de peor caracter) tenía su base de operaciones al 848 de la misma calle y sus dominios también estaban acotados en aproximadamente 150 yardas a un lado y otro de la calle. El territorio de uno (se puede apreciar claramente) concluía donde comenzaba el del otro. No entraremos en detalles sobre la manera en que los pichichos delimitan su territorio. Diremos eso sí que cierta vez Jordi se distrajo persiguiendo un gato a prudente distancia y no se dio cuenta que se había internado peligrosamente en territorio ajeno hasta que el gato se introdujo en una casa de por ahí. Imposibilitado de poder seguir rastreando al felino cayó en la cuenta que en la vereda de enfrente, Stinky ya había girado la visera de la gorra hacia atrás, hacía crujir los nudillos y giraba la cabeza a un lado y a otro como aflojándose la tensión en la nuca, listo para dar comienzo a la persecusión del enemigo. Al instante comenzó la carrera que no tuvo en cuenta obstáculos tales como niños en bicicleta ni ancianas con bolsas de mandados. Corrieron a lengua suelta hasta que casi llegan al oootro límite del territorio de Jordi. Cuando habían pasado unos 100 y pico de yardas para el otro extremo y ya Stinky estaba a 4 o 5 yardas de Jordi listo para asestarle el tarascón aleccionador, ambos cayeron en la cuenta que estaban hacía rato en terreno de Jordi y que la persecución en ese sentido no tenía sentido (si se me permite la rebuznancia) y más bien era una ofensa para Jordi y una intromisión en sus dominios. Inmediatamente invirtieron la dirección y comenzó una nueva persecusión, esta vez de Jordi a Stinky intentando darle caza mientras estuviera dentro de su químico-olfativo alcance legal.
Algunos opinarán que la similitud está un poco traída de los pelos, pero no esperen mayores y más brillantes deducciones de alguien que ve Discovery Channel un sábado a la noche. Un caballero pretende el amor de una dama pero ésta lo ignora y lo rechaza sucesiva y obstinadamente hasta que éste deja de insistir y comienza a buscar nuevos horizontes o escotes más atractivos en el mejor de los casos. Coincidentemente con este cambio de rumbo del pretendiente masculino, comienzan a caerle las fichas a la srta. en cuestión acerca de las virtudes y bondades del pretendiente rechazado. Se establece en ese momento una búsqueda planteada a la inversa donde la dama pretende los favores del caballero y éste, por estar concentrado en el nuevo escote (o en el nuevo horizonte para los más románticos) desdeña olímpicamente a la dama a la vez que comienza a darse cuenta de detalles hasta ese momento ignorados como que el otrora erótico lunar sobre su labio superior (el de ella) tiene pelos, cosa que antes no lo había notado a fuerza de sucumbir a fatales emanaciones feromónicas.
Por estos días, en que un puñado de buenos amigos y amigas están pasando por una espantosa situación de amores no correspondidos, quisiera poder hacer nacer en ellos una sonrisa aunque más no sea burlona por las gansadas que digo. Asimismo tengo la ilusa pretensión que en sus cabezas -ya que no en sus corazones- se haga una luz enorme y aclaradora ya que hicieron exactamente lo que García pedía (si pudieras olvidar tu mente frente a mí, se que tu corazón diría que sí) y ya es momento que se planteen seriamente en revertir tal sentencia. Claro que en estos momentos uno olvida que en otros tiempos, cuando no nos ahorrábamos latidos ni suspiros ni insomnios ni lágrimas en sufrir por nuestros correspondientes amores no correspondidos, no había palabra de consuelo, no había recorrida fiestera, no había asado con amigos, ni victoria deportiva, ni raíd cabaretístico que sirviera de consuelo: al caer la noche (en muchas ocasiones, simplemente la tarde también venía bien), al momento de quedarnos solos con nuestros pensamientos circulares y escasos límites que indefectiblemente se circunscribían a fotos en las paredes, a recuerdos garabateados, a corazones en vidrios empañados, las cosas volvían a adquirir la gravedad del caso. El peso -tantas veces denostado- de la situación nos hundía en nuestras camas cuyas sábanas sabían tanto de él/ella como nosotros. Y tenían su olor, y tenían su calor, y tenían hasta su textura. No importaban las formas y queríamos abrazar cualquier cosa que nos permitiera un desquite. Y hablábamos solos y componíamos canciones y escribíamos tangos fatales donde el guapo siempre quedaba solo y el mundo era un gran traidor.
En esos momentos uno cree que nunca más volverá a amar de esa forma. Uno cree que ya se acabaron las lágrimas, los suspiros, los insomnios, las ganas de volar, la lucidez de ideas y la pureza de sentimientos. Uno se dice "fulano/a se llevó todo de mí, creo que nunca más estaré en condiciones de corresponder a un nuevo amor". Pues les tengo una noticia: "el amor es tenaz y vuelve a salir como el sol"
Por reclamos dirigirse a León Gieco, acá cerquita... en Cañada Rosquín.

10 de septiembre de 2004

Money

Loco, no te sobra una moneda?
Quiero estar la vida entera escuchando rock and roll
Loco, tengo un mambo que me caigo
esta noche toca Pappo, no me lo puedo perder

Charly García



ChicosRetiro



"Con todo esto me alcanza para comprarme una coca dentro de un rato" y agrupaba un montoncito de monedas. "Con esto me alcanza para un sámbuche, también..." y separaba dos monedas más. "...o la bandera de Central". "En un rato, ya voy a tener para comprarme una moto... no, mejor esa 4X4 de allá... faaaa... está buenísssima!!". "A mi mamá le faltan algunos dientes, con estas monedas seguro que le alcanza para los dientes". Como se le habían terminado las monedas sacaba del montón anterior y formaba uno nuevo. "Ayer ví esas zapatillas naranjas con una tira verde que estaban joya! Mañana voy y me las compro!"
El semáforo se puso en rojo. Los autos pararon de a poco a su lado. Mientras su medio hermano mayor se paraba en medio de la senda peatonal y hacía malabares a duras penas con tres pelotas de tenis sucias y rotosas, él -que no tenía más de 8 años- ni se enteraba del mundo y seguía agrupando y reagrupando monedas sin saber contarlas, sin conocer qué representaban las líneas en su superficie, sin pensar en su valor, ignorando por completo el concepto cuantitativo... valorando todo según su necesidad, según su propia medida... y ya sabemos las dimensiones que tiene el mundo a esa edad.

9 de septiembre de 2004

El día

Es curioso cómo un solo día de sol arrasa con lo que fue toda una eternidad de borrascas y aguaceros. Las calles brillan, las veredas relucen y hay un verde nuevo en las plantas llamando a la tibieza de una nueva primavera. Tras las bufandas y cuellos polares que apenas dejan ver un par de ojos y alguna nariz rojiza y brillante hay destellos de esperanza en quienes entienden y saben esperar que lo feo pase. Muchas veces, al salir a la calle en esta clase de días, creo sentirme de esa manera. Pero los altibajos no se hacen esperar y parece que cualquier imperceptible detalle puede volver a nublar todo. Es ahí donde me doy cuenta que por más que por fuera todo brille, el invierno sigue estando muy por dentro, resecando las pocas hojas que aún sobreviven dentro mío, escarchando las ideas y resecando las alegrías, hinchando las puertas para cerrarlas sin remedio, soplando frío y fuerte y sonando a tempestad como para que no me olvide quién manda aquí dentro.
A veces creo que la cierta inquietud de la noche no me permite disfrutar de los probables momentos que suceden a la mañana y me pierdo en laberintos de preocupación intentando hallar soluciones, definiciones y conclusiones. Y lo único que concluyo es el día, plagado de olvidos, postergaciones y tiempos muertos en que nada pasó, más que los implacables segundos. Y la luz que se atenúa. Y el brillo que todo lo podía es ahora un viejo recuerdo.
Alguna chimenea humeará aún en Septiembre. Algún aliento escribirá un nombre o una nota musical en forma de nube irreal en el aire de la mañana. Alguna hierba tendrá la enésima oportunidad de reemprender el camino del crecimento venciendo a la helada, ignorando la derrota y soslayando el esfuerzo, repitiendo el ciclo bajo el influjo de los instintos o por imperio de su condición de ESTAR más que de SER. ¿O será que más que ignorar la derrota la soslaya? ¿O será que más que soslayar el esfuerzo, lo ignora pero a sabiendas? ¿O será que llamamos instinto a todo aquello que nuestra razón se empeña en situar fuera de sus dominios? ¿O será que debemos simplemente ESTAR más que inútilmente SER?
No me resigno a solamente ESTAR... quiero SER. Pero eso solo ocurre alguna que otra mañana soleada, como hasta hace un rato... ahora, ya está nublado otra vez.

Inauguración

Como toda cosa que se inaugura, hay un breve discurso, un poco de música, algún que otro aplauso, un canapé para los incorregibles de siempre mientras la señora que limpia espera en la cocina tomando un mate hasta que la horda se disperse.

Pues bien: el discurso será breve e insulso, la música excelente (para que no se queden afuera, estoy oyendo Lito Vitale), los aplausos pueden quedar para otro día al igual que los canapés y las gaseosas... no, vino no hay.
Comenzaremos con un escueto ensayo de las posibilidades gráficas que ostenta la barra de herramientas.
Ya estoy viendo que nada de líneas ni dibujitos raros. Pero claro, esto es para escribir, no para andar dibujando.

  • Colocar imágenes no es tan sencillo pero en breve haremos el esfuerzo si la ocasión lo amerita.
  • Las posibilidades de cambiar la letra son pocas.
  • Los colores, si bien son variados, no son tantos.

Se pueden postear poesías,
si las musas lo permiten
haciendo con las sangrías
sino usted, lo que ellas dicten.

Bien, creo que esto es todo por el momento. Agradezco la compañía y que se hayan molestado en hacerse presentes para esta emotiva inauguración. A la salida pueden adquirir a precio de costo, casi, la versión impresa de este Blog con la cual intentaré llegar a fin de mes sin mayores sobresaltos y con alguna que otra pobre pero honrada milanga en la mesa familiar.