9 de septiembre de 2004

El día

Es curioso cómo un solo día de sol arrasa con lo que fue toda una eternidad de borrascas y aguaceros. Las calles brillan, las veredas relucen y hay un verde nuevo en las plantas llamando a la tibieza de una nueva primavera. Tras las bufandas y cuellos polares que apenas dejan ver un par de ojos y alguna nariz rojiza y brillante hay destellos de esperanza en quienes entienden y saben esperar que lo feo pase. Muchas veces, al salir a la calle en esta clase de días, creo sentirme de esa manera. Pero los altibajos no se hacen esperar y parece que cualquier imperceptible detalle puede volver a nublar todo. Es ahí donde me doy cuenta que por más que por fuera todo brille, el invierno sigue estando muy por dentro, resecando las pocas hojas que aún sobreviven dentro mío, escarchando las ideas y resecando las alegrías, hinchando las puertas para cerrarlas sin remedio, soplando frío y fuerte y sonando a tempestad como para que no me olvide quién manda aquí dentro.
A veces creo que la cierta inquietud de la noche no me permite disfrutar de los probables momentos que suceden a la mañana y me pierdo en laberintos de preocupación intentando hallar soluciones, definiciones y conclusiones. Y lo único que concluyo es el día, plagado de olvidos, postergaciones y tiempos muertos en que nada pasó, más que los implacables segundos. Y la luz que se atenúa. Y el brillo que todo lo podía es ahora un viejo recuerdo.
Alguna chimenea humeará aún en Septiembre. Algún aliento escribirá un nombre o una nota musical en forma de nube irreal en el aire de la mañana. Alguna hierba tendrá la enésima oportunidad de reemprender el camino del crecimento venciendo a la helada, ignorando la derrota y soslayando el esfuerzo, repitiendo el ciclo bajo el influjo de los instintos o por imperio de su condición de ESTAR más que de SER. ¿O será que más que ignorar la derrota la soslaya? ¿O será que más que soslayar el esfuerzo, lo ignora pero a sabiendas? ¿O será que llamamos instinto a todo aquello que nuestra razón se empeña en situar fuera de sus dominios? ¿O será que debemos simplemente ESTAR más que inútilmente SER?
No me resigno a solamente ESTAR... quiero SER. Pero eso solo ocurre alguna que otra mañana soleada, como hasta hace un rato... ahora, ya está nublado otra vez.

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