6 de octubre de 2005

Vera - El encuentro

The reflex is an only child, he's waiting in the park
The reflex is in charge of finding treasure in the dark
and watching over lucky clover, isn't that bizarre?
Every little thing the reflex does leaves you answered with a question mark

Oh! the reflex, what a game! he's hiding all the cards
The reflex is in charge of finding treasure in the dark
And watching over lucky clover isn't that bizarre
Every little thing the reflex does leaves you answered with a question mark


Acá no será cuestión de impaciencia, en todo caso no lo será con los demás, con segundos o terceros involucrados y más bien tendrá que ver con uno mismo, la forma en que la administre, la dirección en que se lancen los dardos y la dosis de daño que cada uno poseerá, llegado el caso. Muchas veces se dijo que era solo cuestión de quererlo, de impulsarlo, no tanto de esperarlo, o en todo caso que la espera -que supone mínima- se dará en forma natural como parte del proceso querer-impulsar-esperar, pero pasó mucho tiempo hasta que querer-impulsar-esperar tuvieran forma más o menos tangible y no hablaba de tangible teléfono, tangible carta, tangible beeper sino más bien de una cuestión mental si se quiere, como una predisposición previa a querer-impulsar-esperar... sí, previa... entonces incorporada, de manera que predisponer-querer-impulsar-esperar.
Un día se predispuso y esto llevó al marco de la situación, le dio escenografía, le dio guión, de alguna manera las didascalias y hasta el ensayo. Otro día lo quiso y asumió que querer era tomar el papel principal o el secundario... al caso era lo mismo porque la cosa sería de dos y tanto un papel como el otro serían relevantes. No podría permitirlo de otra forma: ni protagonizar estelares ni secundar protagonismos. Otro día lo impulsó. Su voluntad se puso en movimiento y se sorprendió de los resultados, de la respuesta inmediata y del acuerdo tácito acerca del lugar, la fecha, la hora y hasta casi los temas a tratar. El tramo final del impulso la dejó (como te deja una escalera mecánica en tierra firme, cuando estirás el primer pie y con el otro todavía seguís en esa especie de volar en una alfombra-piso, hasta cuando te das cuenta que ya se acercan los últimos segundos y que el vuelo se termina y que ya no queda otra que apoyar el primer pie y hay que levantar el segundo porque sino los que vienen atrás y hasta uno mismo que no quiere papelonear tropezando, y qué van a decir justamente los que vienen atrás, y que no crean que uno es del campo, no, caramba! que uno solo quería volar unos instantes, un microvuelo urbano... y de repente la magia acaba, la inercia te lleva hacia adelante como un resto de torque de la voluntad ajena al cuerpo mientras que los pies se resisten a la dura y pesada realidad, y el impulso terminó, ahora viene el esperar) caminando hacia la mesa del bar, no la línea de mesas que daban a las ventanas sino las que daban a la pared de horrible color beige que alternaba con líneas de espejos, algunos manchados de tan viejos, algunos rotos por manos furiosas o por vaya a saber que utensilio que no encontró su camino natural. Mesa para dos iba a estar bien, se dijo. No crowds allowed y su maldita costumbre de las frases hechas en inglés. Prendió el tercer cigarrillo desde que hubo bajado del taxi y pidió su acostumbrado cortado en jarra y en el instante en que inspiraba una bocanada de humo y cerraba los ojos como quien descansa un poco la vista y las ideas creyó verla de reojo cruzando la calle tras un auto que acababa de salir del semáforo. Nunca imaginó semejante puntualidad por lo que ni se molestó en volver la vista hacia donde había creído verla cruzar. En todo caso -se dijo- si era ella cuando llegue me enteraré.
Unos segundos después oyó la tos a sus espaldas cerca de la puerta de entrada y el saludo (sin respuesta) al mozo y ese inconfundible tonito eclesiástico que tanto la exasperaba y que algo le decía por lo bajo al mozo. Sus pasos, su aroma, su conocido aroma y la lluvia de su pelo discretamente apartado con la mano mientras se agachaba para darle un beso y saludarla. Se sentó sutilmente frente a ella sin dejar la cartera, sin quitarse el abrigo, pero sin evidenciar de forma alguna que su deseo fuera irse pronto. El mozo vino con el cortado e ignoró discretamente su compañía, tal vez un acuerdo de silencio, un no molestar secreto.
El asunto ahora venía a ser quién rompía el hielo. Tal vez el lento apagar el pucho en el cenicero y hurgar en la brasa extinguida, tal vez el último soplido de humo así de coté, quien dice? por ahí echarse atrás sobre el espaldar de la silla. Ella parecía ser la más impaciente; la que tenía enfrente exhibía su paciencia a prueba de balas, una sonrisa leve y los ojos calmos... algo de superioridad que volvía a molestarla y a darle ganas de prender otro cigarrillo.
Ella habló de la soledad, de los años indecisos, de las frustraciones, de ver pasar la vida desde otro lado... de alguna forma la bronca se fue transformando en pesar y sus ojos comenzaron a brillar húmedos y cada tanto la voz y la respiración se le entrecortaba. Ella la escuchó con una sonrisa protectora y un gesto de paciencia infinita. Acarició su pelo un par de veces y hasta le elevó el mentón tomado entre sus manos para decirle un par de cosas mirándola a los ojos. De vez en cuando el espejo dejaba ver lágrimas en ojos multiplicados como un dibujo de Picasso, a veces el humo del cigarrillo se mezclaba sutilmente con su perfume y las volutas del café se impregnaban en sus mejillas. Creyeron perdonarse, pero tuvieron la certeza de que nada cambiaría la manera de caminar la vida que tenían: cruzándose eternamente, chocando invariablemente, volviendo a sí mismas por siempre, buscando redención y condenándose en el mismo acto. Ella nunca esperó una respuesta idéntica y se sorprendió en silencio por ello... hasta podría decir que lo disfrutó aunque la avergonzara semejante sentimiento de bajeza. Ella también andaba por la vida sola, frustrada y herida, y no había una vez que no pensara en cómo se habrían dado las cosas, cómo habría sido todo si en algún lugar del camino la elección hubiera sido la otra calle de la encrucijada. Pero al final, sus estudios y experiencias le volvían a decir que de nada sirve, que todo fue propia elección aún cuando imaginara que nada de eso estaba en sus manos, que las elecciones mucho tienen que ver con la escencia de uno y no con la sabiduría adquirida, con la cultura, con las costumbres. Pudieron llorar en silencio y a la par y cuando una callaba la otra volvía a empezar. Hubo silencios... la pucha si los hubo. Y cuando creía que todo había sido dicho se asomaba otra gota por el vertedero y dejaba paso al torrente del que nunca se creyó capaz. Cada tanto una sorprendía a la otra secándose el mismo ojo o apartándose el mismo mechón de pelo... todo simétrico, coordinado e inverso, como ver las agujas del reloj girar en el espejo, como tener la certeza que las frías palabras no salían de su boca. Ella internamente dictaminó un descolorido empate por más que hubiera querido alzarse con los laureles, pero lo justo es justo y me tuve que guardar los dardos de los que hablaba al principio. Si bien hacía años que venían despidiéndose y volviéndose a encontrar sin quererlo, sin buscarlo, ella pidió el último cortado y descubrió que la etiqueta de puchos se había vaciado. La hizo un bollo y la lanzó despacio, impulsada con el dedo mayor izquierdo como cuando era chica y tiraba la bolita para embocarla en el hoyo, hacia la pared que tenía enfrente, surcada de espejos. En el espejo roto rebotaron levemente ocho bollitos de papel y volvieron a ser uno en las tiras de espejos sanos al caer finalmente el papel sobre la mesa. Más allá del foco en el plano de los espejos, estaban las confusas inscripciones furtivas, los corazones, las cargadas, alguien que declaraba su amor a una tal Josefina y otro que recordaba un feroz 5 a 0 de Platense. Creyó leer Ana -Anita- y Marcos pero se dijo que solo era otra ilusión óptica y al ponerse de nuevo los anteojos desaparecería junto con ella. Y esa fue la despedida.

Vera http://mery23.blogspot.com/2004/07/la-historia-de-vera.html

Vera II http://mery23.blogspot.com/2004/08/un-poco-ms-acerca-de-vera.html

Vera. Kico´s version http://kicoarg.blogspot.com/2005/09/como-te-digo-una-cosa-te-digo-la-otra.html


2 comentarios:

Mery dijo...

Bueno... La verdad es que pensé que iba a haber piñas... Pero como el autor ya expresó por mí, lo justo es lo justo. Mis contínuos encuentros con Vera son exactamente esto que acaban de leer, una especie de catarsis y un empate inevitable.

La verdad sigo sorprendida por la capacidad de leerme los pensamientos que tiene Gaby, o soy tan obvia????

Buenísimo Texto.

Anónimo dijo...

Genial. Sin palabras.

yor