21 de septiembre de 2004

Amores no correspondidos

En los tiempos que confundía la candidez con la seriedad, la gravedad de las cosas con las nimiedades -digamos entonces que no hace mucho- al pensar en una cadena de al menos dos amores no correspondidos, rápidamente venía a mi mente una imagen muy gráfica por cierto pero muy poco acorde a tales situaciones. Me decía en silencio: "jé, el típico trencito". Tiempo más tarde, coincidentemente con el descubrimiento de la acepción soez de la palabra "trencito" que poco tiene que ver con el amor que pretenden las gentes de bien, cursaba yo Análisis Matemático y otras menudencias y a fuerza de memorizaciones forzosas y exámenes aprobados demasiado con lo justo, pretendí darle a esa cadena de al menos dos amores no correspondidos un olímpico formato matemático creyendo que con ello ganaría alguna vez un Nobel o al menos una carcajada burlona en mi poco permisivo grupo de amigotes. La sencilla fórmula era más conocida que la ruda y se planteaba mas o menos en los siguientes términos con las correspondientes variaciones nominales: Alejandro amaba a Beatriz per ésta no amaba a aquel. Beatriz (sí, la misma que pretendía Alejandro) amaba a Carlos pero éste no le pasaba pelota. De esta manera teníamos que: AYB y BYC. Pero si se alteraba el orden de los factores la fórmula se destruía. Esta cadena podía prolongarse casi todo el alfabeto sin mayores variaciones. Muy de vez en cuando podíamos esperar una tibia mirada entre P y Q pero sin intenciones más serias. O que por ahí alguna N ni siquiera fuera tenida en cuenta por M ni por L (esto dependía -supongo yo- de la caligrafía ostentada: el amor entra por los ojos, no así el sexo).
La correspondencia amorosa inversa siempre fue escasa, pero cuando se planteaba, por regla general era posterior a la incial y con resultados deprimentes en el mejor de los casos. Cuando no, patéticos.
Una divertida noche de sábado, viendo Discovery Channel, tuve la suficiente hombría y resistencia como para ver casi completo un documental sobre la territorialidad en los canes. Dirán: "qué coños tiene ésto que ver con el amor correspondido tardíamente?" Ya verán.
Jordi (un Labrador) vivía en el 653 de John Doe St. Una amplia casa (indefectiblemente de madera como toda casa yanqui) con su amplio parque y su obligada cerca de madera blanca y sus dominios (los del perro) por la calle John Doe se extendían aproximadamente unas 100 ó 150 yardas para uno y otro lado de la vía independientemente de su abarcación en las zonas traseras y laterales de la manzana en que vivía Jordi.
Stinky (un Setter costilludo de mal aspecto y de peor caracter) tenía su base de operaciones al 848 de la misma calle y sus dominios también estaban acotados en aproximadamente 150 yardas a un lado y otro de la calle. El territorio de uno (se puede apreciar claramente) concluía donde comenzaba el del otro. No entraremos en detalles sobre la manera en que los pichichos delimitan su territorio. Diremos eso sí que cierta vez Jordi se distrajo persiguiendo un gato a prudente distancia y no se dio cuenta que se había internado peligrosamente en territorio ajeno hasta que el gato se introdujo en una casa de por ahí. Imposibilitado de poder seguir rastreando al felino cayó en la cuenta que en la vereda de enfrente, Stinky ya había girado la visera de la gorra hacia atrás, hacía crujir los nudillos y giraba la cabeza a un lado y a otro como aflojándose la tensión en la nuca, listo para dar comienzo a la persecusión del enemigo. Al instante comenzó la carrera que no tuvo en cuenta obstáculos tales como niños en bicicleta ni ancianas con bolsas de mandados. Corrieron a lengua suelta hasta que casi llegan al oootro límite del territorio de Jordi. Cuando habían pasado unos 100 y pico de yardas para el otro extremo y ya Stinky estaba a 4 o 5 yardas de Jordi listo para asestarle el tarascón aleccionador, ambos cayeron en la cuenta que estaban hacía rato en terreno de Jordi y que la persecución en ese sentido no tenía sentido (si se me permite la rebuznancia) y más bien era una ofensa para Jordi y una intromisión en sus dominios. Inmediatamente invirtieron la dirección y comenzó una nueva persecusión, esta vez de Jordi a Stinky intentando darle caza mientras estuviera dentro de su químico-olfativo alcance legal.
Algunos opinarán que la similitud está un poco traída de los pelos, pero no esperen mayores y más brillantes deducciones de alguien que ve Discovery Channel un sábado a la noche. Un caballero pretende el amor de una dama pero ésta lo ignora y lo rechaza sucesiva y obstinadamente hasta que éste deja de insistir y comienza a buscar nuevos horizontes o escotes más atractivos en el mejor de los casos. Coincidentemente con este cambio de rumbo del pretendiente masculino, comienzan a caerle las fichas a la srta. en cuestión acerca de las virtudes y bondades del pretendiente rechazado. Se establece en ese momento una búsqueda planteada a la inversa donde la dama pretende los favores del caballero y éste, por estar concentrado en el nuevo escote (o en el nuevo horizonte para los más románticos) desdeña olímpicamente a la dama a la vez que comienza a darse cuenta de detalles hasta ese momento ignorados como que el otrora erótico lunar sobre su labio superior (el de ella) tiene pelos, cosa que antes no lo había notado a fuerza de sucumbir a fatales emanaciones feromónicas.
Por estos días, en que un puñado de buenos amigos y amigas están pasando por una espantosa situación de amores no correspondidos, quisiera poder hacer nacer en ellos una sonrisa aunque más no sea burlona por las gansadas que digo. Asimismo tengo la ilusa pretensión que en sus cabezas -ya que no en sus corazones- se haga una luz enorme y aclaradora ya que hicieron exactamente lo que García pedía (si pudieras olvidar tu mente frente a mí, se que tu corazón diría que sí) y ya es momento que se planteen seriamente en revertir tal sentencia. Claro que en estos momentos uno olvida que en otros tiempos, cuando no nos ahorrábamos latidos ni suspiros ni insomnios ni lágrimas en sufrir por nuestros correspondientes amores no correspondidos, no había palabra de consuelo, no había recorrida fiestera, no había asado con amigos, ni victoria deportiva, ni raíd cabaretístico que sirviera de consuelo: al caer la noche (en muchas ocasiones, simplemente la tarde también venía bien), al momento de quedarnos solos con nuestros pensamientos circulares y escasos límites que indefectiblemente se circunscribían a fotos en las paredes, a recuerdos garabateados, a corazones en vidrios empañados, las cosas volvían a adquirir la gravedad del caso. El peso -tantas veces denostado- de la situación nos hundía en nuestras camas cuyas sábanas sabían tanto de él/ella como nosotros. Y tenían su olor, y tenían su calor, y tenían hasta su textura. No importaban las formas y queríamos abrazar cualquier cosa que nos permitiera un desquite. Y hablábamos solos y componíamos canciones y escribíamos tangos fatales donde el guapo siempre quedaba solo y el mundo era un gran traidor.
En esos momentos uno cree que nunca más volverá a amar de esa forma. Uno cree que ya se acabaron las lágrimas, los suspiros, los insomnios, las ganas de volar, la lucidez de ideas y la pureza de sentimientos. Uno se dice "fulano/a se llevó todo de mí, creo que nunca más estaré en condiciones de corresponder a un nuevo amor". Pues les tengo una noticia: "el amor es tenaz y vuelve a salir como el sol"
Por reclamos dirigirse a León Gieco, acá cerquita... en Cañada Rosquín.

2 comentarios:

Cecilia dijo...

Que hermoso!!!

(estoy chusmeando tus post más antiguos).

Sigo.

Anónimo dijo...

Bah!!!

What sorprais!!!

(estoy intentando con el Inglés gracias a Checha...)

Tus relatos son como para masticarlos...


Os saludo desde acá... (un ordenador ajeno, pero amable en dejarme conocer lo que hay al otro lado de la Cordillera...)



Saludos a los mosquitos!!!

pd: y vos por supuesto!





P.